Autor: Antropologa Adriana Goñi

Lic. Antropología- Arqueología U de Chile Diploma Actuaciones Psicosociales, Violencia Política y Catástrofes. Etnografía Virtual Hijos e Hijas de la Memoria Chile Memoria en la Web Colectivo 119 familiares y compañeros Mutual Ex Presos políticos MIR Chile Agrupación Judía Diana Aron Mesa Sitios de Memoria Colegio de Arqueólogos de Chile.

Porque soy judía también

Antonia Urrutia. Abogada

Porque soy judía también

Antonia Urrutia. Abogada

La alternativa que queda es la organización: personas que, mediante el encuentro con otros dicen basta, no en nuestro nombre, nunca más es nunca más para todos los pueblos, alto al fuego y fin a la ocupación. Personas judías que no temen de reunirse con sus hermanos palestinos para alentar y apoyar su justa lucha por la liberación colectiva.

Hay un momento en la historia del pueblo judío que nuestra religión siempre ha destacado por su incoherencia e incluso inmoralidad: días después de la liberación colectiva de la esclavitud en Egipto, milagro tras milagro, D’s[i] le entrega a Moisés las Tablas de la Ley. No solo se trata de un hito determinante en la ética Occidental. Para la teología judía fue este el milagro más grande de todos. A pesar de ello, cuando Moisés desciende del Sinaí, descubre que sus hermanos y hermanas estaban venerando a un becerro de oro, violando la prohibición de la idolatría. ¿Cómo se olvidaron tan rápido del D’s que los sacó de Egipto? 

Moisés, enfurecido, quiebra las Tablas de la Ley y castiga a los infractores.

Esta historia no deja de volver a mi cabeza en los últimos ciento y tantos días, con una resonancia dolorosa. El pasado 30 de octubre, el rabino argentino Uriel Romano, a quien yo alguna vez admiré, tuiteó: “Durante la Edad Media un judío que no creía en Dios era un hereje, un Meshumad, quedaba por fuera de la comunidad. En nuestros días un judío, con todas las críticas que pueda tener, no apoya a Israel debe ser considerado un hereje, ya no es parte de la comunidad”. Al parecer, es indiferente que estudies la Torá  y cumplas con sus preceptos si tienes una posición política distinta.

Parece que hay algo en ese Estado, que queda a miles de kilómetros, que nace hace menos de cien años y cuya ideología es relativamente nueva, que induce a personas a afirmar que su peso es mayor al de miles de años de tradición y enseñanza religiosa. Porque soy judía también: sé del trauma posterior al Holocausto, sé que el antisemitismo existe. Comprendo que se creyó en la estrategia de fundar un Estado propio para no volver a vivir algo así, puedo entender el romanticismo por la tierra prometida. Pero no veo por qué tiene que ser un dogma incuestionable, y me asusta que otros lo hayan elevado a nivel de sagrado, superior a todos los otros valores de manera tal que –además– cree justificar un actuar que no tiene nada, nada de judío.

Las Tablas de la Ley, en principio, tenían mandatos simples. Entre otros: No matarás, no robarás, no darás falso testimonio contra tu prójimo, no codiciarás. Pero, por alguna razón, aunque sea una mujer practicante y de fe, me tildarán de antijudía si me dan ganas de llorar pensando en los miles de inocentes que han asesinado  en pocos meses; si se me aprieta la guata al ver que se construyen asentamientos sobre tierra robada; si me enoja que le mientan a los niños judíos en las escuelas con la idea de que supuestamente, antes del Estado de Israel, casi nadie vivía allí; si me produce desconcierto que, aun con todo lo que tienen, se codicien más y más tierras ajenas.

No escribo esto para patalear contra aquellos que censuran y destierran la crítica con acusaciones de herejía, sino como intento de hacer algo frente al horror. Sobre todo el horror de la masacre, de la deshumanización y el odio racista, pero también frente al horror de que cometan estos crímenes en mi nombre y en el de mi pueblo, cuando no tienen nada que ver conmigo ni con lo que somos (o deberíamos ser). De hecho, los valores judaicos que se me enseñaron fueron a estar en contra del genocidio, en contra de la opresión y a favor de la libertad. Y es desde estos valores que quiero alzar la voz y explicar por qué lo que se le está haciendo a Palestina es una catástrofe humanitaria y un genocidio, que no puede ser blanqueada con acusaciones automatizadas de antisemitismo.  

Hablemos primero del horror y las palabras que nos ayudan a intentar entenderlo: genocidio, apartheid, ocupación, anexión, exterminio, desplazamiento forzado. No son sonidos vacíos utilizados como panfleto, son conceptos jurídicos tipificados en tratados como el Estatuto de Roma y la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, que requieren que se configuren ciertos hechos para que exista el crimen y sus consecuencias. 

Por ejemplo, el artículo 6 del Estatuto de Roma exige que existan ciertos hechos para que se configure el crimen internacional del genocidio: matanzas, lesiones, «sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial», entre otros. Pero también requiere de otro factor, que no es realmente un hecho, sino algo que está en la voluntad y el discurso y es por tanto más difícil de precisar: lo que jurídicamente se llama «ánimo genocida», es decir, la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Algo así como lo que expresa Benjamín Netanyahu al afirmar que «esta es una lucha entre los hijos de la luz y los hijos de la oscuridad, entre la humanidad y la ley de la jungla» o cuando Isaac Herzog,  presidente de Israel, declara que «es toda una nación la que es responsable [del 7 de octubre]. No es cierta la retórica de que los civiles no estaban al tanto. No es cierto y… lucharemos hasta quebrarlos». O cuando Itamar Ben-Gvir, actual ministro de Seguridad, quien en 2007 fue condenado –por tribunales israelíes– por incitar el odio contra los árabes, dice «para estar claros, cuando decimos que Hamas debe ser destruido, también significa que aquellos que celebran, apoyan y les dan dulces, todos ellos son terroristas, y también deben ser destruidos».

Leo frecuentemente lo que comparten en redes sociales personas con las que crecí y compartí en espacios judíos y puedo imaginar por qué les molesta que llamen a lo que ocurre en Gaza un genocidio. La retórica del Holocausto es tan fuerte que parece irrisorio que la víctima se pueda convertir en victimario, pero creo que eso simplemente es no entender cómo funciona el miedo, el trauma, la paranoia -sentimientos que alimentan las ideas más terribles de las sociedades y que en este caso le pone un fusil obligatorio en las manos a niños de 18 años. 

Ellos argumentan en sus Instagram o cadenas de Whatsapp que lo que se está haciendo es con ánimos defensivos, no genocidas, y puede ser que algo de cierto haya en eso –¿quién no se defendería después de que matan a más de mil de los tuyos en un día, destruyen tus ciudades y llevan a cientos como rehenes?. Pero no es defensa sino venganza si se dirige contra todo un pueblo. ¿Es realmente un niño palestino una amenaza? ¿Es necesario desplazar a la gente una vez más? ¿Había que pulverizar vecindarios enteros? ¿Es preciso que en una tierra habite gente solo de tu estirpe para sentirte seguro? ¿Tanta maldad ven en la diferencia? 

También leo que comparten en redes sociales afiches reclamando por un supuesto doble estándar. ¿Se han olvidado de los rehenes? ¿Por qué nadie tilda a Hamás de genocida si su declaración de principios dice explícitamente que quieren matar a los judíos? Y es verdad, Hamás es terrible, no solo por el horror de estas declaraciones y peores, sino también porque, sea donde sea, el fundamentalismo teocrático y antidemocrático siempre es una infección peligrosa.

Pero esta lógica de siempre echarle la culpa al otro tiene patas muy cortas. Hay millones de argumentos que podría dar, y que personas más expertas han dado mejor que yo, por lo que creo que la misión de este texto no es hacer un análisis geopolítico minucioso sobre las responsabilidades, las causas, las consecuencias, los ires y venires. Podría hablar de la responsabilidad de Israel en el crecimiento de Hamas, al asfixiar a la Autoridad Palestina en Cisjordania y alimentar la vía militarizada como modo de administrar el «conflicto», en desmedro de la vía política. Podría hablar de cómo los intereses de Netanyahu y sus secuaces no está en la liberación de los rehenes, podría hablar del castigo colectivo y cómo esa violencia nutre a organizaciones como Hamás. Son millones los argumentos y los hechos.

Hay cosas que son muy complejas, sí, pero hay otras cuestiones valóricas que son bastante simples: Hay gente sin agua ni comida, cuyas casas, hospitales y familias han sido destruidas. 

Según la Torá, todos -palestino, judío, o quién sea- somos creados a imagen y semejanza de D’s. Cada una de esas vidas vale lo mismo, es igualmente sagrada. La ética destruida de quienes cometen y justifican estos crímenes por un culto irracional a un Estado será incomprensible en el futuro; el becerro de oro de la modernidad. Lo angustiante es que hoy no existe un profeta como Moisés que quiebre las Tablas de la Ley y llame al orden y la justicia. Ya no hay un gran líder que rompa con la ceguera, que levante los valores judíos primordiales, para dejar de venerar a un falso ídolo que va en contra de los preceptos más elementales y en este caso también, detenga la catástrofe.

La alternativa que queda es la organización: personas que, mediante el encuentro con otros dicen basta, no en nuestro nombre, nunca más es nunca más para todos los pueblos, alto al fuego y fin a la ocupación. Personas judías que no temen de reunirse con sus hermanos palestinos para alentar y apoyar su justa lucha por la liberación colectiva.

Se comparte mucho de lo que hace Jewish Voice for Peace, pero ha llamado especialmente mi interés la acción de If Not Now y su fundadora, Simone Zimmerman. Existen mil más: B’tselem, organización que defiende los derechos humanos en los territorios ocupados; Breaking the Silence, organización de exsoldados israelíes abogando por el fin de la ocupación; HIAS, una ONG judía dedicada a promover y resguardar los derechos de los refugiados en todo el mundo, que por muchos años fue criticada desde algunos sectores al velar por el bienestar de refugiados del mundo árabe. De los rabinos de T’ruah o Rabbis4Ceasefire, quienes comparten cómo las enseñanzas de la Torá difieren con los crímenes que hoy comete Israel y llaman a un alto al fuego, inmediato y permanente. Por mi parte, pertenezco a la Agrupación Judía Diana Aron, organización valiente, compuesta en gran parte por luchadores que resistieron contra la dictadura, estuvieron presos y siguen luchando porque en eso se les va la vida. Claramente ninguno es “antisemita”, sino todo lo contrario, llevando orgullosos al lado del nombre de Diana el de nuestra identidad. Es en estos gestos y lugares donde veo vivir, aun en días como estos, lo más valorable y digno de nuestra tradición.

Y sí, es doblemente doloroso para personas que venimos de una historia de persecución y exterminio admitir que se está cometiendo un genocidio por quienes son parte de esa misma historia. Es difícil quebrar con el becerro de oro, eventualmente ser criticada y apartada. Pero algo hay que hacer, porque al final, ¿qué es nuestro dolor y lo que sea difícil para nosotros al lado del horror interminable que continúa en Gaza? Llegan las fotos, transmisiones y testimonios a diarios y nada parece difícil al lado de eso.

Así como nuestro pueblo fue liberado de Egipto, debemos luchar por la liberación de todos los pueblos; no hay libertad que se construye sobre la opresión del otro, por lo que no seremos realmente libres hasta que todos lo sean. 


[i] Las personas de fe judía, como señal de no tomar Su Nombre en vano, no deletreamos completa la palabra Di-s.


Antonia Urrutia (Santiago, 1996). Es abogada y activista en organizaciones sociales seculares y judías.

https://www.researchgate.net/profile/Antonia-Urrutia

MUJERES INMIGRANTES. HISTORIAS DE VIDA

MUJERES INMIGRANTES. HISTORIAS DE VIDA

por Adriana Goñi Godoy

MUJERES INMIGRANTES. HISTORIAS DE VIDA

19/07/2009 por jogiro

Cuando se editó en 2004 el libro sobre “Mujeres inmigrantes. Invisibilidad y práctica cotidiana”, *utilizamos en el prólogo unas pequeñas historias de vida que ahora cuelgo aquí pues no se alejan excesivamente de la situación real que muchos viven en 2009. Por entonces, en Logroño más de seis mil mujeres con otro origen nacional trabajaron y soñaban. Colores, acentos, olores y sabores continentales, latinoamericanos, africanos y asiáticos se paseaban por las calles y parques de nuestra ciudad. Unas mujeres rubias de tez blanca y con los ojos muy claros se han parado en un escaparate; otras dos mujeres mulatas sacan a pasear a sus retoños y en la puerta del colegio avistamos unas mujeres que con el pañuelo sobre la cabeza ocultan un cabello negro y ensortijado. Claudia, Marta y Fátima son tres de esas mujeres y algo de sus vidas cotidianas se parece a esto.

Los sábados siempre son especiales para Claudia , al fin y al cabo son los únicos días que tiene libres desde que empezó a trabajar de interna al cuidado de una señora mayor con principios de demencia. Este sábado, además, es el cumpleaños de su madre y van a reunirse a comer todos los familiares y amigos que viven en Logroño.

Claudia se levanta temprano para envolver su regalo, un pañuelo de color azul que compró el sábado anterior. Una vez preparado el desayuno, ha levantado a Marisa, la señora a su cuidado, y la ha acompañado en el lento proceso del desayuno, aseo y vestido. Se le ha hecho un poco tarde, así que se da prisa para vestirse. Cuando ha llegado el hijo de Marisa ha salido rápidamente y ha ido derecha a comprar una modesta tarta para el postre. Algo nervioso se ha dirigido a la casa que su madre comparte en la C/ Huesca con dos parejas de amigos también de origen rumano. Es la primera invitada en llegar, así que puede disfrutar de un ratito a solas para felicitar y charlar con su madre. Tras el intenso abrazo y la apertura del regalo, que su madre agradece muchísimo, ambas se han sentado a comentar las gestiones que ésta ha hecho a lo largo de la semana.

Para Claudia es algo muy importante, ya que se trata de poder traer a su hija Cristina a España. Cristina solo tiene siete años y todavía vive en Rumanía con la hermana mayor de Claudia. Su madre le explica que los trámites parecen sencillos ya que, si la niña viene a Logroño, una vez empadronada podrá escolarizarse aquí y por tanto, contará con un permiso, al menos, hasta que terminen sus estudios.

Claudia no ha podido evitar las lágrimas, por fin, después de ocho meses en España sin ver a su hija podrá tenerla de nuevo aquí. Habrá que preparar el viaje y alojamiento de la pequeña, así que madre e hija se distribuirán ágilmente las actividades para la semana: quién acompañará a la niña, con qué empresa harán el viaje, cuánto dinero pueden permitirse invertir, en qué curso se debe matricular. a la niña, en qué habitación se alojará.

Luego, ambos han iniciado los preparativos para la comida, ya la hora prevista han llegado el resto de invitados, juntándose en total ocho personas. Los regalos, la comida, las risas y los abrazos han hecho que el día sea inolvidable y Claudia vuelve sonriendo a su trabajo. Son las nueve en punto de la tarde cuando llega, tiene que preparar rápidamente la cena de Marisa, desvestirla y acostarla. Claudia se acuesta temprano, tiene una larga semana por delante y está cansada, pero esta noche Claudia no se pregunta qué hace en España y si tiene sentido, hoy se siente tranquila, ha recibido la noticia que da sentido a todo el esfuerzo realizado.

Por su parte, Marta es de origen colombiano y llegó a Logroño hace más de tres años. Antes peregrinó mucho por diferentes ciudades y pueblos, pero decidió permanecer en Logroño donde consiguió un buen trabajo y regularizar su situación. Hace un mes logró abrir las puertas de su negocio, una pequeña peluquería que le supuso un esfuerzo de trabajo y ahorro grande pero que le reportó mucha satisfacción.

Como todos los lunes Marta madruga para llegar temprano a la peluquería y hacer las cuentas y gestiones previas a la apertura. Todavía tiene pocas ganancias y se ve apurada para hacer frente a los pagos mensuales, especialmente al préstamo y al alquiler. Sabe que su novio (español) quiere ayudarla económicamente para salir del apuro, pero esa opción prefiere desecharla mientras no sea imprescindible.

Cuando Marta llega a la peluquería no puede creer lo que ve, han vuelto a romperle las lunas del escaparate. Es la segunda vez que se lo hacen. Entra como puede, tratando de no pisar los cristales rotos que están por todas partes, y tras observar que no hay otros desperfectos comienza a recoger cayéndole las lágrimas. Cuando termina de dar las partes necesarias coloca un tablero en el escaparate y se dispone a atender a las clientas del día, no está dispuesta a perder un nuevo día de trabajo…

Las pocas clientas de la mañana, afortunadamente son de confianza y lejos de escandalizarse por el estado del local, animan a Marta. Cuando su novio se entera, acude deprisa a la peluquería y tras animar a Marta y tratar de restaurarle importancia a lo sucedido, consigue que un cristalero arregle el escaparate esa misma tarde.

Van juntos a comer y él le propone la posibilidad de irse a vivir juntos, a fin de cuentas están pagando dos alquileres y por tanto, desperdiciando el dinero y además así ella podrá dejar de compartir piso con cinco personas más. Marta se violenta con la proposición y elude la conversación, alegando la necesidad de marcharse y posponiendo su respuesta. Pasa una tarde muy mala, tiene que atender a las clientas mientras el cristalero hace un ruido infernal y el del seguro no para de hacerle preguntas acerca de posibles “enemigos”. Marta cierra la peluquería temprano y se lleva todas las facturas a casa para poder estudiarlas detenidamente.

Cuando termina de cenar un emparedado en la cocina de su casa, se encierra en su habitación a trabajar (no quiere que sus compañeros de piso sepan lo que hace). Más tarde de la una de la madrugada, agotada y deprimida, con las cuentas hechas, se da cuenta de la terrible situación: no puede pagar los alquileres del piso y del local de este mes, ni mucho menos enviar dinero a sus padres en Colombia .

Marta se plantea si no se ha precipitado, se asusta, la cabeza le va a estallar, solo tiene una solución, acepta la ayuda económica de su novio y plantearse en serio la posibilidad de adelantar su decisión personal de irse a vivir con él. Agotada, se queda dormida encima de la cama aún vestida.

Finalmente, sabemos que Fátima vino hace dos años en Logroño porque su marido le había dicho que el patrón le había ofrecido un contrato indefinido. Fátima estaba embarazada de seis meses pero no le importó dejar a su familia ya sus amigos, para reunirse con su marido, una vez que su padre le dio la bendición.

No sabía nada de Logroño, le habían contado que se parecía a aquellas ciudades que se veían en la televisión de Tetuán. Hizo el viaje, junto con sus otros dos niños, en la furgoneta de su vecino Hamed que vivía en Francia donde le habían contado que las manifestaciones de racismo eran siempre contra las personas de origen árabe. Por eso estaba contenta de que su marido le hubiera llamado desde una ciudad española alejada de aquel horrible lugar donde las noticias hablaron de persecución de árabes y bereberes como principales víctimas del odio al extranjero (El Ejido).

Después de cuatro años en Logroño, como todos los días, Fátima se levantó la primera para preparar el desayuno de sus hijos y de su marido. En esta época del año, Logroño era muy frío y Fátima recordaba los amaneceres cálidos de su tierra. Tras permitirse un breve espacio para el recuerdo, Fátima se puso en marcha, encendiendo las estufas de butano de reciente estreno, preparando el té, recalentando el pan y levantando, aseando y vistiendo por orden a los niños. Una hora más tarde, el autobús de la empresa reconoció al marido de Fátima y a otros empleados en la esquina de Doce Ligero con Primo de Rivera para trasladarlos al Polígono de Cantabria. A su vez Fátima, tomó el autobús de línea para desplazarse a trabajar al locutorio de un amigo de la familia en la calle Oviedo. Fátima empezó a trabajar allí hacía apenas tres meses. Estaba contenta, una vez que los niños eran mayores, ella podía trabajar para aportar dinero al hogar. Fátima trabajaba de lunes a sábado en horario de mañanas, ya que así lo había acordado con su marido, con el objetivo de atender la casa y los niños el resto del día. Como siempre Fátima se mostró amable con los clientes que acudieron al locutorio. Una vez finalizado el turno, corrió como todos los días a casa de su amiga Hannan, quien le recogía a los niños del colegio y cuidaba de ellos hasta su regreso. Aquel día la niña estaba disgustada y se echó en brazos de su madre cuando esta apareció en la puerta: “no quiero volver al colegio mamá, las niñas no quieren ser mis amigas y me han llamado mora de mierda”… Fátima miró con disgusto a su amiga Hannan quien le hizo un gesto tranquilizador. Cuando Fátima llegó a casa con los niños, su marido observó su disgusto y buscó un espacio para comentar lo sucedido. Ambos llegaron a la conclusión de que Fátima fuera a hablar con la profesora de la niña para comentar lo sucedido y solicitar su intervención en las situaciones como la acontecida. Más tranquila, Fátima puso la comida para todos y cuando llevó a los niños al colegio por la tarde habló con la profesora, una vez aclarada la situación y con el compromiso por parte de la docente de interceder en la situación, Fátima se marchó a hacer unos recados y volvió a casa cargada de compra. La noche fue tranquila, todos durmieron bien, excepto Fátima que tardó en conciliar el sueño.

Estas son historias de vida cotidiana, la vida cotidiana de muchas mujeres de la ciudad de Logroño, de miles de mujeres, que con su testimonio nos han ayudado a entenderlas mejor, a comprender sus problemas y atender a sus necesidades. Sus relatos nos han ayudado a conformar una historia de la mujer de Logroño con una característica particular que es su origen nacional, necesariamente distinta al español. Esta historia de mujeres de Logroño es la historia de la mujer inmigrante en Logroño y por tanto queremos agradecer su amabilidad la contarnos su historia en aquellos temas que les hemos demandado.

4pRosa

3pDoricaDorinaDoina2

5pDuniaNubiaNela

7pGavrilescu2

9pKatty3

10pMariana2

11pNelly2

13pAI

15'pQueen1

16pYordanca

17pSvetana2

*https://www.researchgate.net/publication/292775182_Mujeres_inmigrantes_Invisibilidad_y_practica_cotidiana

[Reportaje] Desarraigo y florecimiento en el exilio: la identidad chileno-canadiense | Radio-Canada.ca

Desarraigo y florecimiento en el exilio: la identidad chileno-canadiense .

El libro titulado 50 años después: Uprooted and Replanted in Exile – Reflections of Being Chilean Canadian, que destaca trayectos de miembros de las generaciones de descendientes de exiliados chilenos en Canadá, fue publicado recientemente en Toronto.Cincuenta y tres hijos y nietos de exiliados chilenos en Canadá reflexionan sobre su identidad y sus orígenes.

FOTO: RADIO-CANADA / PALOMA MARTINEZ-MENDEZ

Paloma Martínez Méndez

Publicado: 22 de septiembre de 2023 5:00

Publicado y editado por la Casa Salvador Allende de Toronto*, el libro 50 años después: Uprooted and Replanted in Exile – Reflections of Being Chilean Canadian, destaca trayectos de miembros de las generaciones de descendientes de exiliados chilenos en Canadá. Cincuenta y tres hijos y nietos de exiliados chilenos en Canadá relatan sus historias y revelan la huella que el golpe de Estado de 1973 en Chile dejó en sus vidas. RCI conoció a dos de ellos.

Nano Valverde, que llegó a Toronto de niño, cuenta que su familia fue expulsada a la fuerza de Chile. Su padre tuvo que exiliarse en la embajada de Honduras en Chile durante varios meses y ellos, los niños y su madre, tuvieron que esconderse durante esos mismos meses en casas de tíos y tías en las afueras de la capital, Santiago. Su casa fue allanada.Su madre tuvo que quemar en una iglesia alejada una gran cantidad de carteles, libros y folletos socialistas que tenía en casa.

Un homme (Nano Valverde, professeur de musique retraité de la communauté chilienne de Toronto) devant un graffiti dont les éléments visuels évoquent la musique.

Nano Valverde es un profesor de música jubilado y músico activo de la comunidad chilena de Toronto.Tras aquellos momentos de zozobra, Nano Valverde habla de sus primeros años en Toronto como si fuera un juego de aventuras, y ésa es la historia que quiso contar en este libro colectivo.Cuando llegamos acá, mi hermano y yo recolectábamos cosas de la basura, camas, muebles, lámparas, muchos televisores. Era como una aventura para nosotros, una forma de entretenernos. También había mucha solidaridad entre las familias exiliadas. Hoy, todavía nos reconocemos. Fue un momento triste, quizás, pero también lindo porque estábamos descubriendo otro mundo y al mismo tiempo ese ambiente de camaradería.Este chileno criado en Canadá también explica que para muchos de los exiliados, incluida su madre, Canadá era sólo un lugar de residencia temporal. Su madre solía decir que se volverían a Chile en un año, luego fueron dos y luego cinco, hasta que dejaron de hablar del tema. Mi mamá compró muebles por primera vez en el año 1984, o sea, 10 años después de que llegamos. Y finalmente empezó a asentarse un poquito. Pero cuando mi hermano compró casa, en el 90, mi mamá pensó que era como una especie de traidor. Pero bueno, estamos acá. Mi madre falleció, pero 50 años después todavía estamos acá, y ya nadie se va a ir.Nano Valverde dice que hoy, Toronto es su país.

ESTUDIAR PARA HONRAR EL PASADO

Une femme (Maya Larrondo, petite-fille d'exilés chiliens au Canada et étudiante en anthropologie médico-légale à l'université de Toronto) sourit à la caméra dans une bibliothèque.

Maya Larrondo es nieta de exiliados chilenos en Canadá.Los abuelos de Maya Larrondo, estudiante de la Universidad de Toronto, se exiliaron en Toronto en los años 70. RCI conversó con ella en la universidad donde estudia antropología forense, una rama de la antropología física que aplica el análisis de restos óseos y técnicas arqueológicas para resolver casos criminales.Maya afirma que su vida siempre ha estado marcada por sus orígenes chilenos, incluso a la hora de elegir su carrera.Elegí estudiar antropología forense porque las historias de los desaparecidos durante la dictadura me impactaron mucho. Estudiar algo relacionado con eso era muy importante para mí.La joven cuenta que creció participando en numerosos eventos organizados por la Casa Salvador Allende y que siempre se ha sentido perfectamente integrada en este entorno, a pesar de ser sólo medio chilena. Mi madre es chilena, pero mi padre es blanco. Creo que desde la comida y la cultura, pasando por la música y los libros que mis padres me leían cuando era pequeña, todo ha estado ligado al ambiente chileno. Ser chilena ha tenido un gran impacto en todo lo que soy.Maya Larrondo lamenta no hablar español con fluidez, una realidad entre quienes pertenecen a las terceras generaciones de inmigrantes en Canadá. Fueron sus abuelos quienes se vieron obligados a abandonar Chile.

Incluso para su madre, quien llegó a Canadá siendo niña, el inglés fue el principal idioma utilizado fuera de casa, en todos los ámbitos de su vida.

A pesar de eso, el sentido de pertenencia de esta joven a la comunidad chilena es muy fuerte.

Los relatos de Nano Valverde y Maya Larrondo y de otros 51 hijos y nietos de exiliados en Canadá forman parte de un libro.

50 años: Uprooted and Replanted in Exile – Reflections of Being Chilean Canadian, publicado por la Casa Salvador Allende de Toronto (nueva ventana), pero las historias proceden de todo Canadá, hogar de la cuarta diáspora chilena más grande del mundo.


Durante todo el mes de septiembre 2023, el equipo latinoamericano de RCI publicará reportajes relativos al 50 aniversario del exilio chileno en Canadá. Consulte la serie de reportajes aquí:

Paloma Martínez Méndez

Origen: [Reportaje] Desarraigo y florecimiento en el exilio: la identidad chileno-canadiense | Radio-Canada.ca

*Casa Salvador Allende - Toronto

Frivolidad. Pablo Azocar

Columna de Pablo Azócar: Frivolidad

FONDO HISTORICO – CDI COPESA


Muchas veces me pregunté por qué Augusto Pinochet, en el mundo entero, aparece en todos los listados de los personajes más perversos de la historia universal de la infamia. La primera respuesta que se me viene a la mente: la crueldad. Pocos regímenes han ejercido una crueldad tan rigurosa, fría y sistemática. El dictador chileno no solo mandó matar a varios de sus amigos y jefes a los que había jurado lealtad eterna, comenzando por el general Carlos Prats, quien lo había aupado y cobijado como se cobija a un hijo, sino que además creó un aparato represivo que recurrió a las sevicias más delirantemente inhumanas de las que se tenga memoria. A un afamado cantautor le reventaron las manos para que no tocara nunca más la guitarra, a una dirigente estudiantil le plantaron una plancha hirviendo para deformarle la cara, a dos adolescentes los rociaron de parafina y los quemaron minuciosamente de arriba a abajo, a un obrero le martillaron los dedos para que no volviera a ejercer su oficio, a una enfermera le atravesaron las manos con yataganes hasta que se fue desangrando entera, a un campesino de 16 años le reventaron la cara y lo encontraron con la boca llena de excrementos de caballo, a un pianista le fueron arrancando una a una las uñas de las manos, a un dirigente político lo mataron a pausas quemándole el pecho con un soplete. Conocí a una adolescente que estaba embarazada porque la habían violado una y otra vez salvajemente en una cárcel clandestina. Conocí a un niño al que le pusieron electricidad en la entrepierna delante de sus padres para que estos “hablaran”. Conocí a una mujer que era incapaz de tener relaciones sexuales porque le habían metido ratones en la vagina, y a otra que la amarraron para que fuera penetrada por un perro entrenado.

El Informe Rettig y sobre todo el Informe Valech –documentos oficiales del estado chileno, redactados por autoridades morales y especialistas de todo el arco político- recogen una parte de esas atrocidades. Me armé de valor y leí de principio a fin el Informe Valech, y la experiencia resultó más terrorífica que las peores novelas de terror. En ese informe, sin ir más lejos, hay una lista de más de mil niños que padecieron vejámenes diversos. Las personas que redactaron ese informe de espanto recibieron decenas de miles de testimonios, aunque fueron muchísimas las víctimas que no se animaron a hacerlo para no revivir el horror, la humillación y el miedo. Destaca el Informe Valech que además millones de chilenos perdieron el trabajo o la vivienda, denigrados, excluidos y acosados, cientos de miles debieron partir al exilio, y muchos de los que se quedaron tuvieron que sobrellevar la estigmatización y la persecución. Algunos fueron detenidos varias veces y debieron cambiar de ciudad. Otros, en sus pueblos, experimentaron el escarnio de tener que convivir con sus propios torturadores. En ese informe pavoroso quedaron registrados más de setecientos regimientos, retenes, comisarías, campos de concentración o cárceles secretas –en todas las regiones del país- donde sucedieron los hechos, con fechas y pormenores.

A pesar de los años transcurridos, los millares de testimonios que recoge el Informe Valech resultan sobrecogedores. “Me rompieron las fibras del ano al meterme objetos contundentes”. “Perdí la visión del ojo derecho por golpes de metralleta”. “Entonces un milico se sacó el pene y me obligó a que se lo enderezara con mi boca, después vino el otro y el otro, el último se fue en mi boca, mi vida nunca fue la misma ya que solo tenía 15 años”. “Me aplicaron el ‘teléfono’, golpes al unísono en ambos oídos, reventándome el derecho”. “Me fueron arrancando las muelas sin anestesia”. “Me colgaron de los pies, me hacían comer excrementos y agarraban del cuello delante mío a mi hija de nueve meses diciéndome que la iban a matar”. “Me molieron los riñones con los golpes y aún tengo secuelas”. “Me obligaron a tener relaciones sexuales con mi padre y con mi hermano”. “Me golpearon tanto que perdí la memoria y la visión”. “Nos hicieron desnudarnos, pasando una barra entre los codos y la parte trasera de las rodillas, la sensación era de descuartizamiento”. “Me deshicieron los testículos con la corriente”. “Tengo huellas de quemaduras de cigarro en todo el cuerpo”. “Me destruyeron la vagina, no pude defecar sin dolor durante años”. “Me dejaron ahí y se me gangrenó una pierna”. “Me tuvieron que extirpar el útero y los ovarios por hemorragias internas”. “Hoy tengo una afección cardíaca producto de la corriente que me aplicaron”. “Quedé con un terror que nunca se me fue, paranoia, claustrofobia, angustia”. “Sigo reviviendo una y otra vez lo que padecí en esos días”. “Todavía lloro mientras duermo”.

¿Cómo se mide la inmensidad de ese dolor? ¿Cómo se mide esa humanidad ultrajada tan masivamente y, por lo general, tan anónimamente? ¿Qué cicatrices pueden quedar en la psiquis de un país después de una barbarie de esas dimensiones?

Lo desconcertante es que lo que vino después fue el silencio. El país oficial sencillamente decidió que todo aquello se metiera debajo de la alfombra. En nombre de la “reconciliación” y la estabilidad política, se resolvió simplemente que no se volviera a hablar sobre el asunto. Se clausuró sin ceremonia alguna la heroica Vicaría de la Solidaridad, se canceló de la historia oficial al Cardenal Raúl Silva Henríquez, se escondieron a conciencia el Informe Valech y el Informe Rettig y los cientos de miles de testimonios, no hubo políticas de reparación, y la prensa casi no volvió a hablar sobre el asunto. Que los familiares se las arreglaran como pudieran. Como en las maldiciones bíblicas, se quedaron a solas con ese quiste los hijos y los nietos y los bisnietos.

Cuando el presidente Gabriel Boric otorgó en julio en España una distinción honorífica al jurista Baltazar Garzón -quien hizo que Pinochet fuera detenido en 1998 en Londres en nombre de la justicia universal de las Naciones Unidas-, la derecha chilena reaccionó escandalizada y presentó un reclamo formal ante la Cancillería. “El reconocimiento a Garzón es una vergüenza”, dijo un diputado. “Es una provocación”, dijo otro. No perdonan a Garzón: no le perdonan haber mancillado la figura del “tata” Pinochet. Todo esto no es privativo de la derecha: se ocultó todo durante tantos años, se clausuró tan sistemáticamente esa memoria, que hoy día sale gratis el negacionismo, o relativizar los hechos, o aplicar el viejo sistema de los empates.

La paradoja es terrible: Chile es probablemente el único país del mundo en el cual no existe conciencia aún de lo monstruoso que fue el régimen de Pinochet. Se corrieron todos los límites imaginables del bien y del mal, ni Calígula ni Nerón llegaron a extremos semejantes. Los alemanes se han dedicado durante décadas, día a día, mes a mes, año a año, a recordar el holocausto hitleriano, en películas y ensayos y novelas, en fotografías y cuadros y monumentos, en museos y ceremonias y memoriales. El holocausto chileno, en cambio, ni siquiera tiene nombre. Esa es la frivolidad que se instaló con el peso de la noche, una frivolidad que continúa campeando hoy, como si nada nunca hubiera sucedido.

Pablo Azócar, escritor.

La historia oculta de “La historia oculta”

https://vergara240.udp.cl/la-historia-oculta-de-la-historia-oculta/

Entrevista de Andrea Insunza y Javier Ortega a los periodistas del libro “La historia oculta del régimen militar”.

Por Andrea Insunza y Javier Ortega

8 de Octubre de 2018

Hace 30 años, semanas después del plebiscito del 5 de octubre de 1988, el diario La Época publicó el último fascículo de La Historia Oculta del Régimen Militar, la más completa investigación periodística escrita sobre la dictadura. Lanzada luego como libro, la obra se convirtió en un clásico del género. Una entrevista con sus tres autores -realizada por académicos de la Escuela de Periodismo UDP- entrega detalles inéditos sobre cómo lograron reportear la trastienda de Pinochet en el poder.

-Dame un pucho -dijo el conscripto- No he fumado en todo el día.

-¡Nada de cigarrillos! -gritó un suboficial, a cierta distancia-. Mi general dijo que ni una luz.

El diálogo ocurre la madrugada del 12 de septiembre de 1973, entre soldados que custodian los escombros humeantes de La Moneda. En Santiago reina el toque de queda y los conscriptos están cansados y nerviosos.

Así parte “La historia oculta del régimen militar”, la investigación periodística que cubre los 17 años de la dictadura de Pinochet, desde las violaciones a los derechos humanos hasta las soterradas disputas entre los miembros de la junta. La obra fue lanzada por primera vez hace 30 años, en el desaparecido diario La Epoca, mediante fascículos semanales que culminaron con la cobertura del plebiscito del 5 de octubre de 1988.

Los autores eran los periodistas Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda, tres compañeros de carrera en la Universidad de Chile que, en las postrimerías del régimen, trabajaban en La Epoca como editores. Amigos, voraces lectores y cinéfilos, se propusieron hacer un relato rigurosamente periodístico, aunque con giros literarios acotados que lo intensificaran. Así surgió la idea de partir con la escena de los soldados custodiando La Moneda destruida. Luego, la trama va ampliando el foco hasta graficar en toda su magnitud la tragedia del quiebre democrático.

Se propusieron escribir unos 25 capítulos, robándole tiempo a la frenética labor periodística de esos días. Para no verse “pillados” por la contingencia, tenían listas cuatro o cinco entregas cuando el primer capítulo se publicó con el diario. Pero muy pronto estaban sobrepasados, cerrando los fascículos el día antes. De los 25 capítulos proyectados escribieron más de 50, el último de ellos con detalles de cómo la noche del 5 de octubre un amargado Pinochet, en La Moneda, se vio obligado a aceptar la derrota. La obra completa ha sido reeditada varias veces como libro.

Hace algunos años, a instancias de dos periodistas e investigadores de la Escuela de Periodismo UDP, los tres autores hablaron por separado de esa experiencia. El resultado es esta entrevista a tres voces sobre una de las investigaciones periodísticas más emblemáticas de la historia chilena reciente. Un extracto de este registro fue publicado el domingo 30 de septiembre en Reportajes del diario La Tercera. Acá su versión completa.

¿Cuando decidieron escribir esta serie tenían algún modelo o referente periodístico que se acercara a lo que querían hacer?

A. Cavallo: Acá en Chile no, que yo recuerde. Sí teníamos claro que había que hacer un relato que requería de ciertos giros literarios muy acotados. Por ejemplo, partir con detalles y ampliar el foco, que técnicamente es un recurso no periodístico.

M. Salazar: Tengo la impresión de que un referente fue un trabajo que habían hecho años atrás las periodistas Marcela Otero y Malú Sierra en la revista Hoy, el primer reportaje en la prensa chilena sobre los detenidos desaparecidos y la DINA. Era un trabajo por capítulos estupendo y que tenía un nombre parecido. A nosotros desde el comienzo nos pareció que lo que debíamos hacer era contar de otra manera lo ocurrido durante la dictadura, desde sus inicios hasta donde llegásemos. Yo tenía la formación de la agencia UPI. Cuando tú escribes para agencias internacionales redactas textos que tienen entre tres mil y ocho mil caracteres, no más. Y tienes que privilegiar el color, los datos pasan a ser un anexo. Lo que importa es el relato, que sea una buena historia. Algo muy propio del periodismo anglosajón.

O. Sepúlveda: Los tres somos de la misma generación de la Escuela de Periodismo de Universidad de Chile, pero hasta donde recuerdo no teníamos ningún referente como guía. Nunca por lo menos lo conversamos (…) La idea era hacer una obra novedosa, recrear los hechos a través de imágenes que pudieran acercar al lector a la trama, para que no fuera tan árida. Como si estuviera viendo una película. Los tres éramos buenos lectores, nos gustaba el cine. Eso influyó.

¿Manejaban las técnicas del periodismo de investigación de manera sistemática o intuitiva?

M. Salazar: De una forma más sistemática, por nuestra trayectoria profesional. Los tres empezamos a trabajar en periodismo por ahí por 1978 y ya llevábamos casi 10 años cuando empezamos la serie. Era una época durísima donde aprendías mucho. Tenías relación con periodistas extranjeros que venían a Chile, gente que te enseñaba mucho.

A. Cavallo: No tuvimos ramos del periodismo de investigación en la universidad, pero teníamos muy claros los estándares del periodismo de investigación norteamericano. No es que los aplicáramos todos, pero sabíamos que había procedimientos como los del caso Watergate en el Washington Post. Yo por lo menos me acuerdo de haber tenido esa conciencia de cruce de fuentes desde bastante temprano en mi carrera.

“A LOS 15 Ó 20 CAPÍTULOS ESTÁBAMOS PILLADOS”

¿Hicieron una capitulación previa antes de lanzarse a escribir?

O. Sepúlveda: Hicimos un esqueleto inicial. Al comienzo definimos unos 25 capítulos, pero terminamos con más de 50. El libro tiene una estructura que se justifica sólo por la forma en que fue hecho: a medida que íbamos investigando se nos completaba el cuadro. Por eso trabajamos mucho con flashbacks, porque nos surgían datos sobre temas que ya habían quedado atrás. Entonces, en capítulos posteriores teníamos que volver a profundizar aspectos valiosos.

M. Salazar: Hicimos una primera capitulación antes de reportear nada. Logramos el visto bueno del director del diario [Emilio Filippi] y creo que trabajamos menos de un mes preparando los cuatro o cinco primeros capítulos antes de publicar la serie.

A. Cavallo: Incluso, cuando partimos no estaba clara la fecha del plebiscito, pero ya habíamos anunciado a los lectores que la serie llegaba hasta ahí. Estuvimos trabajando un mes o algo más en hacer entrevistas y reuniendo papeles, pero a ciegas. En general no sabíamos lo que andábamos buscando. Recuerdo haber ido a entrevistas donde preguntaba: “Oiga ¿qué pasó el ‘75 en general?”. Tengo la idea de que alcanzamos a producir unos 3 ó 4 capítulos antes de partir, como colchón para que no nos pillara la máquina. Pero ya a los 15 ó 20 capítulos estábamos pillados, cerrando capítulos el día anterior.

¿Cómo repartieron el reporteo y la escritura?

M. Salazar: Nos guiamos por los temas que habíamos reporteado cada uno hasta ese momento. Yo me hice cargo de los temas de derechos humanos, represión e izquierda. Ascanio Cavallo tomó la política palaciega y los partidos que estaban relativamente institucionalizados en los ‘80, como la DC. Oscar Sepúlveda tomó las relaciones internacionales y otros asuntos similares. Todos nos hicimos cargo de capítulos específicos, pero gracias al background de cada uno también aportábamos a los capítulos de los otros. Si Oscar, por ejemplo, estaba trabajando en tal tema, lo que teníamos Ascanio y yo al respecto lo dejábamos en su carpeta y también le aportábamos fuentes. Eso fue posible fundamentalmente por nuestra relación de amistad y confianza.

A. Cavallo: Manuel Salazar tomó todo lo que era la represión de la izquierda, la subversión y los temas de derechos humanos, una línea que parte con el exterminio del MIR y que termina con el FPMR. Oscar tomó temas de relaciones exteriores como el Filipinazo y episodios políticos como la venida del Papa Juan Pablo II a Chile. Yo tomé los temas relacionados con fuerzas armadas e itinerario político.

O. Sepúlveda: Cuando uno entrevistaba a una fuente salía con mucha información, porque la idea era aprovechar cada entrevistado para sacarle toda la información posible sobre el periodo que la fuente conocía. Después carpeteábamos los datos y hacíamos una división de antecedentes. Entonces, junto con iniciar este temario con estos 25 capítulos iniciales, empezamos a repartirnos los temas: “Tú te encargas de estos cinco capítulos, tú de estos otros cinco”. Con la Iglesia Católica repartimos más las cosas. Yo trabajé muchísimo en los capítulos finales de la venida del Papa. Ascanio trabajó bastante el rol que jugó la Iglesia en los inicios del régimen.

BUSCAR SIN GOOGLE

¿Qué tan importante fue el trabajo previo de recopilación de información?

M. Salazar: Es fundamental en este tipo de periodismo. Tienes que verlo y tenerlo todo. Hace unos años un periodista tuvo problemas con un empresario, Julio Ponce Lerou, porque publicó una información usando como base un reportaje de la revista Cauce de los años ’80. El periodista no captó que al número siguiente la revista tuvo un desmentido de Ponce Lerou. Se quedó sólo con el reportaje original y no revisó sus reacciones. Eso es muy frecuente.
A. Cavallo: Nos dimos cuenta que había mucha información publicada en los diarios. En El Mercurio, por ejemplo, salían parrafitos de enfrentamientos entre la subversión y los aparatos de seguridad. Entonces, uno podía saber datos como la fecha y el lugar. Era largo de hacer, sin google, con archivos de papel. Ocupábamos el archivo de La Época y también la Biblioteca Nacional. Además, ocupábamos archivos de la Iglesia Católica sobre derechos humanos. La Vicaría de la Solidaridad había publicado varios libros y documentos resúmenes muy ordenados. Entre las revistas era especialmente valiosa Qué Pasa, que tenía una sección llamada Ojos de la Llave con mucho material. Después, en los ’80 la sección política de Qué Pasa se puso muy valiosa. Ahora, siempre eran más indicios que información procesada. Obviamente, también hay que contar las revistas que surgieron en los ’80: Hoy, Apsi, Análisis.
O. Sepúlveda: Había que recorrer desde El Mercurio hasta la revista Análisis.

¿Los archivos de la Vicaría fueron los más valiosos a los que tuvieron acceso?

M. Salazar: En el tema de los derechos humanos a lo mejor, aunque en ese ámbito también logramos hablar con protagonistas, gente que por ejemplo había estado clandestina. Además, accedimos a otros documentos completamente desconocidos en ese tiempo: decretos, comisiones legislativas, mucha información policial de Investigaciones. Yo creo que durante varios años se acostumbró en Chile a utilizar las investigaciones judiciales sobre casos emblemáticos para hacer libros. Tomabas el proceso judicial y escribías el libro. Nosotros nos resistíamos a eso. Íbamos más allá del dato frío. Para nosotros también era importante saber contar la historia.

¿Hubo libros que les resultaran valiosos?

A. Cavallo: Hubo uno que nos dio mucho material, “El General Disidente”, de Florencia Varas [Editorial Aconcagua, 1979]. Tenía indicios de hechos que luego reporteamos y resultaron ser grandes. Además, tuvimos acceso a prácticamente todos sus protagonistas. Obtuvimos documentos como las cartas de la crisis al interior de la junta militar, con motivo de la consulta de 1978 [en capítulo 18, Asonada en diciembre, cuando Pinochet decidió hacer una consulta a la ciudadanía para rechazar la condena de la ONU a Chile por la situación de los derechos humanos, lo que fue resistido por el general Leigh]. Otro libro importante es “Asesinato en Washington”, de John Dinges y Saul Landau [Assassination on embassy row, Editorial Pantheon, 1980].

“ERAN MAYORITARIAMENTE FUENTES DE GOBIERNO”

¿Cómo consiguieron que fuentes del propio régimen hablaran para este proyecto?

O. Sepúlveda: A nuestros primeros entrevistados les contábamos que íbamos a cubrir una serie de hechos que la prensa de la época había omitido. Toda esta gente en general entendió, y a eso probablemente contribuyó que los primeros capítulos tuvieran un cierto peso, un cierto tono que influyó mucho: cuando empezamos a publicar, las fuentes se multiplicaron.
M. Salazar: En el contexto político del momento, parte importante de la derecha estaba muy dispuesta a la transición. Hubo gente de ese sector que nos ayudó harto, incluso a convencer a otras fuentes para hablar. Otro actor importante fue la Iglesia Católica, partiendo por el cardenal Raúl Silva Henríquez. Esto hizo que personas que nunca imaginamos nos hablaran. Eso sí, con el compromiso ya claramente establecido después de ver los primeros capítulos de que el resguardo de la fuente no se iba a romper.

¿Cuántos entrevistados tuvieron en total?

A. Cavallo: Hasta donde recuerdo eran cerca de 140 personas, aunque las horas de grabación eran muchas más. Eran mayoritariamente fuentes de gobierno. En segundo lugar venían los entrevistados de oposición. Sobre estas últimas, evitamos en lo posible hablar con los dirigentes de primerísimo nivel, salvo para chequear información. Si no, convertíamos la trama en una suerte de santería civil y nuestro foco era el gobierno.
O. Sepúlveda: Mi cálculo es que usamos cerca de trescientas fuentes, aunque es una estimación mía, que los demás autores no tienen necesariamente que compartir.

¿Por qué optaron por usar casi exclusivamente fuentes en “off the record”?

M. Salazar: Antes de que los primeros capítulos salieran nos encontramos con bastante gente que estaba dispuesta a hablar, pero que no quería ser mencionada. Nosotros en La Época teníamos un manual de estilo, que decía que todas las fuentes debían citarse, salvo en casos extraordinarios. Pero el libro partía con los primeros años de la dictadura, los más complicados. Y al empezar a reportear la mayoría de la gente no quería aparecer con su nombre. Ese era un lío, por lo que decidimos no poner fuentes, salvo alguien que pidió expresamente ser mencionado: el abogado Jorge Ovalle Quiroz [asesor del comandante en jefe de la Fach, Gustavo Leigh].
A. Cavallo: Si poníamos un episodio con fuentes y otro sin fuentes el primero iba a ganar fuerza en desmedro del otro. Además, trabajamos sobre la convicción de que en el ambiente de la época pretender tener sólo fuentes en on the record era una demencia. Ahora, la inmensa mayoría de las entrevistas las grabamos en cintas, no obstante ser pactado en off the record.
O. Sepúlveda: Había gente que no tenía problemas en que citáramos su identidad, pero se trataba de casos en que nosotros teníamos información que avalaba lo que nos decían. Sin embargo, la mayoría te pedía inmediatamente el off the record como condición para hablar.

¿Qué reglas utilizaban para trabajar con fuentes en off the record?

O. Sepúlveda: Teníamos clarísimo el principio ético básico de no revelar jamás a una fuente en la investigación, ni al conversar con otros entrevistados ni en el texto. Tampoco quisimos nunca confundir nuestra misión de periodistas con la de un investigador policial, ni hacer denuncias en los tribunales ni arreglar cuentas con la historia. Simplemente ser testigos y retratar.
A. Cavallo: Nosotros nunca hemos dicho quiénes nos hablaron, pero una vez Mónica Madariaga [ex ministra de Justicia y Educación de Pinochet, fallecida en 2009], al presentar sus propias memorias, dijo: “Yo quiero decir que fui una fuente”. Con ella la cantidad de horas de grabación fue inmensa. Y ella siempre partió sobre la base de que no revelaríamos unilateralmente su identidad.

¿Qué resguardos tomaron para evaluar la información de las fuentes “en off”?

M. Salazar: Para reproducir un hecho delicado había que encontrar tres fuentes distintas que contaran la historia de una manera aproximada. Ahí entraba el recurso de la novelización de la trama: darle atractivo y estilo al relato, lo que a mi juicio fue un acierto.

¿En qué episodios requirieron de tres fuentes para chequear la información?

M. Salazar: Uno de los episodios más comentados es una reunión del círculo más pequeño de Pinochet, donde Pinochet golpea una mesa de vidrio y la rompe, en medio de una pelea con el general Gustavo Leigh [en el capítulo 3, Fractura en el piso 22]. En esos momentos el episodio era bastante difícil de creer. Ahora, especialmente para la gente que tiene cierto manejo en estos temas, se puede identificar qué fuentes hablaron, pero en ese momento era súper complicado, porque las fuentes eran muy restringidas.
A. Cavallo: Al narrar el viaje fracasado de Pinochet a Filipinas, Oscar Sepúlveda logró reconstruir visualmente detalles inimaginables. Incluso llegó con una foto de la placa de auto que iba a usar Pinochet en esa visita.

En algunos pasajes ustedes omiten información, como en el capítulo 14, “Los años de gloria de la DINA”, donde no ponen los nombres de las empresas proveedoras de la DINA porque no tenían la certeza de que esas firmas supieran que trabajaban con ese organismo.

M. Salazar: Me parece que uno debería dejar espacio para la duda cuando no hay certeza. Decir: “Hay fuentes que dicen esto, pero nosotros no fuimos capaces de saber si es verdadero”. Ese tipo de aclaraciones nosotros tres la compartimos hasta ahora. Probablemente otros periodistas también. Pero muy pocos medios te permiten hacer eso. Los medios quieren acercarse al máximo a la verdad y eso no siempre se logra.

UNA DELEGACIÓN DE LA DINA EN EL DIARIO

¿Dónde se reunían con fuentes confidenciales como ex miembros de la DINA u oficiales de Ejército?

M. Salazar: En los lugares más extraños, lo que es típico de esa clase de fuentes. Por ejemplo en una plaza, con un tipo que se te acercaba y te decía: “Caminemos”. Me acuerdo de haberme juntado con una fuente en la ribera del Mapocho, con el tipo súper nervioso. O cuando hablabas con la ultraizquierda, que te hacían subirte a un auto y te llevaban para acá y para allá.
A. Cavallo: Hicimos el quinto capítulo del libro sobre la DINA, Las cuatro letras del miedo. Era un capítulo con información más o menos pública, a la que sumamos antecedentes inéditos de Manuel Salazar. Pero luego de publicarlo nos llamaron ex agentes de la DINA, quejándose porque no les habíamos preguntado. Entonces, hicimos otro capítulo, Dina: los años de gloria, con los datos aportados por una delegación de ex agentes que llegó al diario. Los ex DINA sentían que habían tenido que hacer el trabajo sucio, pero que el modelo económico lo estaban disfrutando otros. Se suele olvidar que la DINA tenía un modelo económico propio. Su división económica había investigado a los grupos empresariales, a los ricos, no a los pobres. Entonces, estos entrevistados estaban preocupados de reivindicar esa parte. Pero como eran bastante toscos, de paso te contaban una cantidad de brutalidades desconocidas. Con mucho orgullo nos contaron que tenían bajo control a todos los embajadores que vinieron a la Sexta Asamblea de la OEA en Santiago [1976], gracias a la “compañía” de sus mujeres de la Brigada Femenina.

¿Hubo información que no lograron chequear y publicar o que omitieron por posibles represalias?

O. Sepúlveda: Más que omitir información por posibles represalias, lo hicimos por falta de unanimidad nuestra en la credibilidad de las fuentes. O cuando no había pruebas suficientes.
A. Cavallo: Teníamos indicios sobre quién era un personaje muy, muy importante del régimen al que le decían el “Cara de Jote” y que presenció continuamente actos de tortura. No estoy seguro si no lo confirmamos completamente, o si preferimos no inferir una acusación tan grave.

En el libro sugieren cosas sin decirlas claramente. Una de ellas es cuando a Pinochet le cancelan la visita a Filipinas y su comitiva debe volver. El libro dice que mientras el avión retornaba, en el entorno de Pinochet se temió seriamente por la estabilidad del régimen. ¿Por qué no dicen derechamente que Pinochet temió que le hicieran un golpe en Santiago?

A. Cavallo: En ese caso se trata de una especulación que recorrió a la comitiva. Si hubiéramos dicho “golpe de Estado” habríamos tenido que precisar. Lo mismo ocurre después, en 1986, luego del atentado en el Cajón del Maipo, en que hubo un par de horas en que Pinochet buscó detectar desde dónde podría venir el complot.
O. Sepúlveda: Uno no puede asegurar lo que pasa por la mente de un personaje. Uno a lo más sugiere lo que podría estar pensando.

“HASTA A DÓNDE VAN A LLEGAR”

¿Hubo presiones cuando comenzaron a salir los primeros capítulos?

M. Salazar: Publicado el primer capítulo el director del diario recibió una llamada del general Santiago Sinclair, entonces vicecomandante en jefe del Ejército, quien le preguntó: “Queremos saber hasta a dónde van a llegar”. Y Emilio Filippi le explicó lo que pretendíamos, que no queríamos victimizar ni culpar a nadie.
A. Cavallo: Yo creo que si nos hubiéramos metido más con los políticos civiles los problemas hubieran sido mayores.

En varios pasajes relatan reuniones de Pinochet con su entorno más estrecho. Incluso, describen sus estados de ánimo y rabietas ¿Cómo lograron ese grado de descripción?

O. Sepúlveda: La gente en esa época sentía que estaba viviendo la historia. Había fuentes muy locuaces, como Mónica Madariaga, cuya colaboración podemos revelar ahora que murió. Cuando estas versiones coincidían con, por ejemplo, la de un general que te decía “efectivamente así fue”, podías reconstruir episodios y climas internos. Los diálogos reconstruidos reflejan ese tono y esa tensión. Obviamente, eran diálogos y escenas que no tenían una fidelidad total, porque no había grabaciones de las reuniones de Pinochet con sus ministros y generales.
A. Cavallo: Siempre he pensado que si Pinochet hubiera sabido con quienes hablábamos habría hecho una razzia, desde el vicecomandante en jefe del Ejército hacia abajo. A mí Sergio Fernández me prohibió la entrada a La Moneda cuando volvió en 1987 [como ministro del Interior de Pinochet, para enfrentar el Plebiscito]. Igual era una prohibición que tampoco causó tanto efecto, porque no tenía cómo saber que seguía teniendo fuentes en La Moneda.
O. Sepúlveda: Tuvimos reuniones con ministros en La Moneda. Ellos tenían respeto por nuestro trabajo, más allá de que no compartieran la visión de nuestro diario. Nos tenían cautela y reserva, pero al mismo tiempo confianza. Probablemente preferían asumir el riesgo de hablar con nosotros para que su versión fuera recogida. Ellos también tenían que cubrir sus espaldas, porque era un periodo en que todo el mundo se movía muy sigilosamente. Era importante para un ministro de Pinochet dejar su versión para la historia. Era frecuente la gente que decía: “Mire, yo estuve aquí, pero en esto otro donde me han mencionado no estuve por tal y tal razón”. Aclarar los límites de la participación personal era bien típico.

¿Cuáles creen que eran las motivaciones que tenían autoridades del régimen para convertirse en fuentes del libro?

O. Sepúlveda: Querían ser escuchados. Nos decían algo así como: “Nos parece seria la forma en que están trabajando, sé que en algún momento van a tocar algún periodo en el que yo participé y quiero que escuchen mi versión, que no pretende ser la verdad, pero sí un aporte”.
M. Salazar: Hubo autoridades del régimen y gente muy cercana a Pinochet, que estuvo muy dispuesta a conversar, aunque sólo sobre algunas cosas. Porque hubo gente que puso esta condición: “Hablamos, pero sólo de esto, nada más que de esto”. Con el tiempo uno se da cuenta que en esa actitud había un cálculo: “Este gobierno se acaba y por lo tanto me tengo que acomodar a los cambios”.

¿Qué motivos tuvo Mónica Madariaga para hablar?

A. Cavallo: Mónica Madariaga venía bastante de vuelta. Peleó mucho con los militares cuando era ministra. A los almirantes les molestaba que fuera mujer. Incluso, cuando ella asumió en Justicia, el almirante Merino obligó al subsecretario, que era marino, a que renunciara, porque “a un marino no lo podía mandar una mujer”. Los generales de Ejército se cruzaron con ella cuando asumió en Educación y empezó una campaña interna y luego pública contra los rectores militares en las universidades. Una vez ella declaró: “Yo pedí que me dejaran dirigir un regimiento y todavía no me dan autorización”. Pinochet debió darse cuenta que ella se estaba convirtiendo en un problema.

PINOCHET: “A ESTOS CABROS LES FALTA LA MITAD”

¿Se percataron en el reporteo si Pinochet rastreaba las filtraciones a la prensa?

O. Sepúlveda: Yo creo que tenía sus métodos, aunque no inició ninguna persecución específica con nosotros, porque el libro también le interesó a él. Así me lo dijo un general: “Mi general empezó a leer los fascículos, dijo que estaba bien pero que a estos cabros les falta la mitad”.

¿Pidieron una entrevista con Pinochet?

O. Sepúlveda: A través de esa misma gente con la que hablábamos le pedimos entrevista, pero no resultó.

¿Qué ocurrió cuando aparece el primer capítulo?

A. Cavallo: Pensábamos que se cerrarían todas las fuentes. Sin embargo, ocurrió lo contrario. Cuando entre el segundo y tercer capítulo se percibió que era una obra cronológica, empezó un fenómeno. Había gente que nos llamaba para decirnos: “Cuando lleguen al ‘78 hablen conmigo”. Eso es algo totalmente normal, de reivindicación histórica. Un protagonista nunca quiere que la historia se escriba demasiado en contra suya. Y empezaron a entregarnos documentos, material que en general buscaba reivindicar la propia función de la fuente. Pero como mucho de ese material tenía información objetiva, nos servía.
O. Sepúlveda: Probablemente aportó el tono y la seriedad del trabajo. Además, en ese momento la gente sentía menos miedo de contar las cosas. Quizás cuatro años antes un proyecto así no hubiese tenido el mismo resultado.
M. Salazar: Hubo gente del régimen militar que inicialmente se mostraba reacia a colaborar, pero después del primer capítulo eso cambió. Era gente que de alguna manera quería abrirse un espacio, que suponía que La Época iba a tener un papel relevante en la transición. Muchos ya sospechaban a mitad del ‘88 que el plebiscito lo perderían y ya se estaban imaginando los escenarios políticos posteriores. Entonces, hubo gente del régimen y de la derecha que llamó para contar episodios pequeñitos, pero que eran útiles para calzar piezas mayores.

CONTRA EL TIEMPO Y A TRES MANOS

¿Cómo se editaban entre ustedes?

A. Cavallo: Nos repartíamos alternadamente la redacción de los capítulos semanales, para que a nadie le tocara publicar dos capítulos seguidos. Por esa razón técnica los temas están un poco alternados. La idea era que los otros dos revisaran, pero a la altura de los capítulos 12 ó 13 nos fue quedando menos tiempo para eso. A la altura de mayo o junio de 1988 estábamos en una crisis absoluta, despachando semana a semana cada capítulo.
O. Sepúlveda: Teníamos libertad para opinar todo sobre el capítulo del otro, rayando o aportando antecedentes si creíamos que faltaban. Nos entendíamos bastante bien.
M. Salazar: Uno escribía un capítulo y se lo pasaba a otro. Ese otro editaba, agregaba datos y se lo pasaba al tercero. Eso le dio a La Historia Oculta un estilo de narración particular, unificado, y también permitió profundizar ciertas aristas y eliminar otras.

Llama la atención el estilo visual del libro, que privilegia las escenas y la reconstrucción de diálogos por sobre el análisis.

O. Sepúlveda: Cuando cada uno se hizo cargo de escribir sus capítulos y luego cruzamos los borradores eso nos gustó y decidimos aplicarlo sistemáticamente. Nos parecía más entretenido que recurrir al tono del cientista político.
A. Cavallo: Grabábamos a nuestros entrevistados para no tener que tomar apuntes. Así se privilegiaba la reconstrucción de diálogos y escenas. Era la única forma posible de llegar a eso. En Chile tenemos una oralidad muy visual, muy rica para reconstruir diálogos y situaciones.

¿Cómo compatibilizaban la escritura con su labor en el diario?

O. Sepúlveda: Hacíamos la pauta del diario en la mañana y luego pensábamos en las entrevistas para la serie. Si surgían entrevistas largas yo, como editor político, me apoyaba mucho en mi sub-editor, Rafael Fuentealba. En esos días llegaba de vuelta a las siete de la tarde, para revisar la edición y decidir con Rafael los cambios para la edición nocturna. Entre las 10 y las 12 de la noche retomaba el libro, dependiendo de lo atrasado que estuviera. Como a la una de la mañana nos íbamos con Ascanio y Manuel a conversar sobre los capítulos siguientes, tomando alguna cerveza. Estuvimos un año completo en eso.
A. Cavallo: Escribíamos los capítulos en los computadores del diario, que tenían un sistema infernal. Primero, el servidor generaba un calor espantoso y había que mantenerlo en una pieza con hielo para que no se cayera. Segundo, no podías llevarte información para trabajar en la casa. Un viernes Oscar Sepúlveda estaba escribiendo un capítulo sobre la visita del Papa, que tenía que cerrar como plazo máximo el lunes a las seis de la tarde, para publicarlo el martes. Y ese viernes se cayó el sistema y se perdió todo. El lunes hubo que reescribir el capítulo. No alcanzamos a sintetizar. Esa es la explicación de por qué hay tres capítulos del Papa y no uno en la primera edición del libro. De hecho, la visita del Papa fue la única corrección a fondo que nos permitimos en ediciones posteriores: redujimos los tres capítulos originales a dos.

¿Cómo discriminaban qué información iba para el libro y cuál para el diario?

A. Cavallo: Cuando la serie comenzó a salir, en diciembre de 1987, los contenidos estaban muy distanciados de la coyuntura. Pero el capítulo sobre el plebiscito, que es el último, se publicó en diciembre de 1988, sólo dos meses después del triunfo del No. Entonces, en ese reporteo fuimos topándonos con información que servía para el diario. Por ejemplo, tuvimos la duda de hacer un reportaje para el diario sobre el papel clave del miembro del Tribunal Constitucional Eugenio Valenzuela Somarriva, un jurista de derecha, en las leyes políticas que permitieron que el plebiscito fuera una competencia limpia. Pero ese tema era demasiado académico para el diario. Al final, el rol de Valenzuela fue en el libro [en el capítulo penúltimo, La invisible trama del voto].
M. Salazar: Había gente del régimen militar que discrepaba de la campaña por el Sí y que nos habló mucho. El problema era si usar eso en el diario o en la serie. Además, debíamos tener cuidado de no ser utilizados. Creo que probablemente hay un cierto bajón en el aspecto dramático de La Historia Oculta a mediados del ’88, porque cada vez nos ocupaba más tiempo el diario y no era tan entretenido contar la trama legalista, de los decretos sobre el plebiscito. Había que hablar con expertos. A Ascanio Cavallo le gustaba más eso que a mí, pues yo pensaba que perdíamos masividad.

BUCEANDO EN LAS PUGNAS INTERNAS

¿Cuáles creen que fueron los grandes méritos del libro?

O. Sepúlveda: Transmitir el clima interno al interior del régimen militar, algo sorprendente para su tiempo. Fue valioso describir todas las disputas de Pinochet con sus propios colaboradores, con la propia junta de gobierno. Eso fue un aporte, porque en el mundo de la oposición había menos secretos. El cómo se formaba una organización sindical o cómo se organizaba una protesta, era menos impresionante que saber cómo había peleado Pinochet con el general Leigh.
M. Salazar: Hay algo súper importante para el momento en que salió la serie, pero que lamentablemente no fue recogido en las ediciones del libro: las fotos. Ahí hubo un aporte gráfico que resultó estremecedor. En el primer capítulo venían fotos del Estadio Nacional, con prisioneros desnudos. Había gente que no lo podía creer. Esas fotos están tomadas de un libro que se publicó en la RDA de un famoso documental. Y había también muchas fotos que eran desconocidas porque no se habían podido publicar en los medios. Oscar [Sepúlveda] consiguió la patente del vehículo que iba a usar Pinochet en Filipinas. Esa foto fue la que abrió el capítulo sobre el tema.

¿Cuáles son sus capítulos favoritos?

A. Cavallo: Me gusta mucho el capítulo de Filipinas [Filipinazo, capítulo 27], una historia que estaba completamente virgen y que quedó muy bien detallada y escrita. Otro es el que narra la destitución del general Leigh, que los propios militares me comentaron que tenía detalles impresionantes [La caída de Leigh, capítulo 22]. También me gustó el capítulo de la llegada del Papa [El Papa pisa Pudahuel, capítulo 49]. El capítulo sobre el plebiscito creo que está bien [5 de octubre, capítulo 53], porque fue la primera interpretación global del plebiscito, aunque a ratos se pierde en detalles obsesivos. De este último me acuerdo de la escena en que el ministro Fernández dice que el 43% logrado por Pinochet es un triunfo, y el general Fernando Matthei le pregunta “dónde está la champaña”. Esa escena apareció casi al mismo tiempo en La Época y en Qué Pasa, pero nadie había explicado en qué contexto fue, qué estaba pasando con Pinochet.
M. Salazar: Me gusta el primer capítulo [Los días del “poder total”]. Muestra lo que va a ser el libro, rompe con todo lo que se ha hecho hasta ese momento en prensa escrita y abre una ventana. En general, rescato los recursos literarios que usamos, que creo que tiene que ver con la experiencia de reporteo que echo mucho de menos en los periodistas de hoy. Cada uno de nosotros tuvo que hacer el servicio militar cinco años antes de que recién te pusieran una jineta. Hoy los periodistas jóvenes quieren hacer frentes de inmediato, y que les paguen bien o se van.
O. Sepúlveda: Me gustan los capítulos sobre el funcionamiento de la DINA [capítulos 5 y 14: Las cuatro letras del miedo y Dina: los años de gloria]. Después, los que narran la destitución del general Leigh y el Filipinazo.

¿Qué debilidades tiene el libro?

M. Salazar: Probablemente faltó profundizar en temas que tienen que ver con mis obsesiones personales. Temas como los derechos humanos, las negociaciones al interior de la izquierda, las relaciones del PC con la Unión Soviética y con Fidel, aunque quizás todo eso sea materia de otros libros.
A. Cavallo: Creo que el libro tiene un cierto desequilibrio estructural, lo que quizás tenga que ver con el método de trabajo, pero echo de menos un reporteo más profundo a los años 1974 y 1975, que cubrimos muy rápido. En cambio, 1978, 1981 y 1982 están muy detallados. También creo que por razones de urgencia renunciamos muy rápido a episodios que deberíamos haber profundizado, como la investigación sobre la muerte del niño Rodrigo Anfruns, que quedó como subcapítulo. Pudimos haber entrado más en eso; teníamos cómo hacerlo.
O. Sepúlveda: Una debilidad es cierto desorden cronológico, por los flashbacks. Lo que pasa es que esto no fue pensado en un principio como libro. No trabajamos un año entero como una unidad para después publicarlo. Y eso es un problema.

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“¿QUÉ CRESTAS ME ESTÁ PREGUNTANDO?” (Cavallo y el reporteo en democracia)

Ascanio, diez años después usted intentó una fórmula muy similar: otra serie por entregas, “La historia oculta de la transición”, que también acabó como libro.

A. Cavallo: Lo que pasó ahí fue la misma situación. En 1995 renuncié a La Época y me fui a revista Hoy. Pero para 1997 los dueños de Hoy estaban peleados entre sí y nadie aportaba capital. Como no teníamos ingresos, la única forma era aumentar la circulación con un gancho artificial. Nos decidimos por la fórmula de una nueva serie periodística por capítulos. El problema es que más adelante la negociación con el potencial comprador, en este caso Radio Cooperativa, se desplomó…

¿Qué diferencias tiene “La historia oculta de la transición” con “La historia oculta del régimen militar”?

A. Cavallo: Estábamos en una democracia bien secretista. Tal vez era más fácil que antes hablar del gobierno, pero estaba todo el tema de la convivencia con el mundo militar. De hecho, los capítulos que para mí son centrales tienen que ver con Punta Peuco, el Boinazo. La tesis de este libro es que la transición terminaba con la salida de Pinochet de la Comandancia en Jefe, porque él sustentó su poder no en la Presidencia de la República, sino en el Ejército. Algo que sostengo todavía. Por lo tanto, era un periodo que tenía un límite bien nítido: 1990-1998. Además, tenía mucho más clara la estructura de capítulos, qué temas había que tocar.

¿Qué diferencias hay entre esos dos libros y el que escribió entre uno y otro, “Los hombres de la transición”?

A. Cavallo: Los Hombres de la Transición es bastante más literario. En él traté de retratar a un grupo de personajes que se juntaba en el Congreso en marzo de 1990, cuando Pinochet le entregó la banda presidencial a Patricio Aylwin. Entonces, tenía que preocuparme de la trayectoria que cada uno había recorrido para llegar a esa circunstancia. El libro tenía que partir con Pinochet, la mañana en que tomaba el helicóptero a Valparaíso para entregar el mando. Y tenía que terminar con Pinochet entregando el mando. Ese era el plan original. El ministro Carlos Cáceres se fue en el mismo helicóptero y quedó sentado al lado de la primera dama, Lucía Hiriart, que le hablaba y le hablaba. Pinochet iba solo, pegado a una ventana, como meditando. Entonces me dije: “Esto me sirve para hacer el flashback”. Pero tenía que describir la ruta del helicóptero. Justo conseguí que Pinochet me recibiera para conversar. Y le pregunté:

-General, ese día el helicóptero ¿Por dónde salió?
-¿Cómo que por dónde salió?
-¿Por dónde se fue a Valparaíso?
-Por arriba…
-Sí, pero qué ruta tomó…
-Hacia arriba, pues ¿Qué crestas me está preguntando?
-La ruta que tomó el helicóptero…

Pinochet apretó un timbre y pensé que se había enojado y que me iba a echar. Llegó un ordenanza y Pinochet le dijo: “Mire, este es el señor Cavallo, mañana ponga un helicóptero y llévelo a Valparaíso porque no sé qué huevada me está preguntando”. Efectivamente, el aparato salía por una ruta rara, por el noroeste, en dirección a Quintero, donde están los cerros más bajos. Y luego se devuelve sobre el mar a Valparaíso. Y eso sólo fue una línea en el libro. Además, Pinochet iba apoyado en el vidrio porque tenía sueño.

La Historia Oculta de la Transición deja la idea de que parte del material se recolectó durante su paso por la dirección de Hoy ¿Es eso correcto?

A. Cavallo: No, la conclusión es más triste: Todos esos años escribí de política y me creía un tipo informado, pero cuando me puse a reportear de nuevo para ese libro me di cuenta que sólo me había enterado de un 30%. Por ejemplo, durante el reporteo de La Historia Oculta de la Transición una fuente me sopló que la manifestación de personal del Ejército vestido de civil en las afueras de la Cárcel de Punta de Peuco, en julio de 1995, no había tenido nada que ver con el encarcelamiento del general Manuel Contreras (R), quien estaba en ese penal. “Acuérdate que están los Pinocheques todavía dando vueltas”, me dijo la fuente. Yo no lo podía creer. ¡Era la tercera muestra de malestar del Ejército por los Pinocheques y ningún periodista se había dado cuenta! Empecé a reportear y encontré al general adecuado que me dijo que lo había llamado Lucía Hiriart para ordenarle que organizara una manifestación en Punta de Peuco, “porque Augustito está con problemas de nuevo con estos tipos”. Y me dio el detalle completo de cómo había sido toda esta trama [en el capítulo 28, El picnic de la segunda división]. O sea, en su momento no me enteré de algo tan escandaloso.

CRÉDITOS

Investigación de imágenes de archivo:
Oscar Castro y Cristián Roa
Edición de imágenes de archivo:
Cristián Roa

Fotografías e imágenes:

«La historia oculta del régimen militar», segunda edición, 1989.

Diario La Epoca, Hemeroteca Biblioteca Nacional de Chile.

Descripción de las imágenes en orden correlativo:
Descripción: “La calle Teatinos el 12 de septiembre: vigilancia y limpieza de calles”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 13).
Descripción: “La Moneda el 12 de septiembre”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 15).
Descripción: “Obispo Fernando Ariztía”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 101).
Descripción: “Pinochet dicta normas y plazos a la comisión de reforma constitucional. A su lado Mónica Madariaga y Enrique Ortúzar”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 241).
Descripción: “Mónica Madariaga”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 319).
Portada capítulo 5, “Las cuatro letras del miedo”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 41).
Portada capítulo 14, “DINA: los años de gloria”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 133).
Descripción: “Sergio de la Cuadra asume; contemplan Mendoza, De Castro, Danús y Carrasco”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 385).
Portada capítulo 3, “Fractura en el piso 22”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 25).
Portada capítulo 49, “El Papa pisa Pudahuel”. En diario La Época (01/11/1988).
Extracto del capítulo 3, “Fractura en el piso 22”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 32).
Imagen patente descrita en capítulo “Filipinazo”. En diario La Época (31/05/1988).
Portada capítulo 22, “La caída de Leigh”. En diario La Época (26/04/1988).
Portada capítulo 27, “Filipinazo”. En diario La Época (31/05/1988).
Portada capítulo 49, “El Papa pisa Pudahuel”. En diario La Época (01/11/1988).
Portada capítulo 53, “5 de octubre”. En diario La Época (29/11/1988).
Portada capítulo 1, “Los días del ‘poder total’”. En diario La Época (01/12/1987).
Portada capítulo 5, “Las cuatro letras del miedo”. En diario La Época (29/12/1987).
Portada capítulo 14, “DINA: los años de gloria”. En diario La Época (01/03/1988).
Afiche promocional publicado en diario La Época (26/11/1987).

NELTUME EN LA MEMORIA: TESTIMONIOS (1981-2021) | EL SUDAMERICANO

por Guillermo Correa | 30/06/2021 * A 40 años de la formación del destacamento guerrillero «Toqui Lautaro» en las montañas de Neltume. Valdivia * El 27 de junio de 1981 el Destacamento Guerrillero …

Origen: NELTUME EN LA MEMORIA: TESTIMONIOS (1981-2021) | EL SUDAMERICANO

NELTUME EN LA MEMORIA: TESTIMONIOS (1981-2021)

 

por Guillermo Correa | 30/06/2021

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A 40 años de la formación del destacamento guerrillero «Toqui Lautaro» en las montañas de Neltume. Valdivia

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El 27 de junio de 1981 el Destacamento Guerrillero Toqui Lautaro (DGTL), integrado por combatientes-militantes del MIR, fue detectado por las fuerzas militares de la dictadura, interrumpiendo el proceso de desarrollo de la conformación de una fuerza guerrillera en las montañas de Neltume, proceso que solo alcanzó a implementar en forma parcial la etapa de exploración, conocimiento y acondicionamiento del terreno.

Hoy, 40 años después de dichos acontecimientos, Ibar Leiva Quevedo y Jaime Castillo Petruzzi, dos ex combatientes y sobrevivientes del Destacamento Guerrillero Toqui Lautaro, entregaron sus testimonios, análisis e interpretaciones del significado de dicho proceso, como asimismo hablaron de las enseñanzas y proyecciones que de él se pueden desprender para las luchas populares de liberación del presente y futuro en nuestro país.

El Centro Cultural Museo y Memoria de Neltume organizó ayer domingo 27 de junio del 2021 un Conversatorio virtual con estos compañeros denominado “Memoria Persistente: a 40 años del Campamento Toqui Lautaro”, actividad realizada en conjunto con la Radio Comunitaria Los Placeres, el Centro Cultural Roberto Matta y la colaboración de Red de Medios Radiales del Wallmapu y la Patagonia. Este encuentro fue moderado por Luis Cartes, profesor de Historia y encargado del área de biblioteca del Centro Cultural Mueso y Memoria Neltume.

Luis Cartes al introducir el tema manifestó que:

“la idea es que nos puedan contar el contexto político en que se da este hito y mirarlo también con perspectiva conversando en torno a ciertas continuidades históricas, proceso histórico y proyecto político que se expresó en ese plan y qué se puede observar en la actualidad , cuando vivimos un despertar de la lucha social y popular desde el 2019 en adelante…” Más adelante les planteó la siguiente pregunta para iniciar el Conversatorio: “cuál fuela  experiencia y por qué se desarrolla este proyecto guerrillero en la precordillera valdiviana.”

Transcribo a continuación algunas partes de las intervenciones:

IBAR:

“Soy militante del MIR desde inicios del año 70, en la zona sur, en la Araucanía, siendo estudiante de la Escuela Normal de Victoria. Como mi origen es de campesino me ligué tempranamente a las tareas con el MCR, Movimiento Campesino Revolucionario. En ese plano conocí a Paine que es el compañero que posteriormente fue el jefe del DGTL. Después del golpe militar fui detenido, preso, salgo al exilio y me radico en Holanda y es allí donde, reincorporado a la orgánica del Partido, del MIR, me ligo a lo que va a ser el proyecto guerrillero. Llega también a esa ciudad Paine y por lo tanto desde el primer momento tenemos contacto cercano, y cuando se  nos convoca, dada mi experiencia en el trabajo con campesinos, y además porque ya tenía algún nivel de experiencia militar, Paine me convoca a la tarea y por supuesto que me sumé con mucha alegría incluso.

(…) En relación con la Operación Retorno decir claramente que esta no es una operación militar, como se ha pretendido describir por parte de los aparatos represivos y la prensa al servicio del modelo, fue un Plan Político que definió el Partido por algunas razones bien específicas. Primero porque el Partido definía ya el momento como un cambio de la situación política en Chile; quedaba un poco atrás el repliegue de las masas y a nivel del Partido se empezaba a recomponer, y por lo tanto ya estábamos en condiciones de dar una respuesta diferente. La orgánica partidaria, se decía en aquel momento, ya estaba reconstituida en gran parte del país. También la existencia de muchos militantes en el exilio, en Europa y Latinoamérica, que por esos tiempos estábamos radicados por distintas razones por allá. Una gran cantidad de los compañeros habían salido desde las cárceles expulsados del país.

Había otro elemento que se tenía en cuenta y es que había importantes relaciones con países y organizaciones políticas de la izquierda a nivel internacional, Cuba, Vietnam, Libia, por nombrar algunos países, y además partidos políticos y distintas organizaciones a nivel de todo el mundo.

Estas eran un poco las condiciones que hace de que el Partido se plantee el Plan 78, como fue conocido por nosotros, y que en su ejecución práctica le denominamos el retorno al frente.

En relación a por qué la cordillera de Valdivia hay varios elementos. Lo primero es que allí hay un historial político, el Partido tuvo mucha presencia y condujo todo lo que fue la conformación del Complejo Maderero de Panguipulli. Las tomas de fundos estuvieron lideradas por compañeros, había un grupo importante de militantes del MIR en esa zona, y también había mucho reconocimiento y cariño por parte de la población hacia nuestros militantes.

El otro elemento que define el por qué esa zona son las características topográficas, la extensión del terreno. Hay que saber que en esa zona es donde Chile en su territorio es la extensión más grande de terreno que hay aquí. Por otro lado esta es una zona que permite entrar y salir con mucha facilidad, retirarse hacia Argentina es muy factible y trasladarse hacia el centro y sur de Chile también.

Otro elemento es que existía en el exilio muchos militantes que eran del lugar y esto supone un conocimiento básico de la población y del terreno en general. El Camilo, el Rigo, el Óscar, el Hugo, Víctor, el Pequeco, luego se sumó el Pedro, el médico, que también estuvo militando por allí antes del golpe. Por ahí también muy cercano estaba Jacinto, un compañero que tuvo responsabilidad de dirección del MIR en la zona y que por supuesto conocía perfectamente el lugar y mantenía relaciones con mucha gente del sector.

Entonces estos son los elementos que hacen que se configure el proyecto de conformación del Destacamento Guerrillero Toqui Lautaro. La responsabilidad recayó sobre Paine, que era miembro del Comité Central, el recorrió el exilio buscando a los compañeros, seleccionó a toda la gente, pasamos por Escuela y allí fue tomando forma este proyecto hasta que en algún momento estuvimos en condiciones de hacer ingreso a la montaña.”

JAIME:

“En mi caso muy joven salí al exilio, uno de los casos atípicos aquí en Santiago, porque a mí se me ordenó salir al exterior por parte de mi jefe directo en aquella época, contraviniendo la táctica y postura principista que tuvo nuestra organización de que “el MIR no se asila”. Era tan joven que cumplí 18 años en Francia. Salí por la frontera, con permiso notarial y llegué a Francia a cumplir mis 18 años a fines del 74. A inicios del 77 ya partíamos a nuestra formación político-militar para reintegrarnos  al trabajo partidario donde nos mandara la organización. Siempre tuvimos un nivel de compromiso total. Eso le decimos a nuestra familia, a nuestros hijos, nuestra entrega es parte de una generación que fue total. Para nosotros no había vida personal, vida privada, vida familiar; había estudios que eran congruentes con el desarrollo del compromiso político, y sobre todo lo que era la formación ideológica para ser más fuertes, más claros, más constantes, más consecuentes con nuestro compromiso. Parte de esa generación somos tantos compañeros y compañeras que lo dimos todo por el proyecto, todo por el Partido, todo por la revolución.

Cuando pasamos nuestra Escuela político-militar con varios compañeros que hoy día son héroes caídos en la lucha revolucionaria en Chile, cuando pasamos Escuela el único anhelo inmediato que teníamos era ponernos a disposición de la revolución popular sandinista. Estábamos en la isla cuando estábamos preparándonos para volver a Chile, pero a partir del año 78, fundamentalmente octubre del 78 que empieza la ofensiva revolucionaria estratégica en Nicaragua, lo único que pedíamos nosotros era integrarnos a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional y ser participantes activos con los conocimientos que habíamos adquirido en las Escuelas que habíamos pasado y contrastarlos en la práctica, desarrollarnos, pulirnos, templarnos más en lo que era la lucha guerrillera concreta, el enfrentamiento directo con las fuerzas del Estado, del Imperialismo. Pero lamentablemente no se nos concedió participar junto al hermano pueblo nicaragüense, porque ya, como ha explicado el compañero Ibar, estaba avanzando raudamente el Plan Retorno y cada uno de nosotros tenía las tareas definidas. De una u otra manera se bosquejaba la estrategia para todo el sur de Chile, el teatro de operaciones sur, y dentro de esa estrategia cada una de las Escuelas y de los militantes, más o menos, estaban siendo destinados.

(…) Ingresamos a Chile, el grupo nuestro, a partir del año 80. En mi caso con la compañera Luisa entramos en el mes de marzo, el 08 de marzo del 80 para ser más preciso, pasamos por Santiago, avisamos que habíamos ingresado y nos fuimos a Temuco. Ahí nuestra misión era encontrarnos con compañeros que venían haciendo el ingreso por tierra, desde Argentina, el compañero Moisés, el compañero Hugo y el compañero Teo, y con ellos tuvimos el primer encuentro y el primer asentamiento de lo que era el grupo inicial, de la exploración del terreno por toda la zona de Coñaripe para arriba.

Así fue como se fueron concatenando los hechos. Todo el año 80 estuvimos desarrollando el compromiso en el monte, en las redes urbanas. A fines del 80 nos bajan a Santiago a hacer trabajo de enlace y comunicaciones con los compañeros de la Dirección Nacional, alimentando los frentes en el sur, y después nuevamente volvemos a subir en el mes de febrero.

¿Por qué volvemos a subir nuevamente al monte?, por cuestiones de golpes represivos. Lamentablemente el compañero Quinchavil y el compañero Campos fueron detenidos el 19 de febrero del año 81, ingresando también por tierra desde Argentina a Chile. Los compañeros fueron desaparecidos. Nosotros habíamos tenido una estrechísima relación con el compañero Campos, Campito, de hecho el fue nuestro jefe de red en La Habana, y el hecho de que el compañera fuera detenido puso en alerta a la Dirección, a pesar de que teníamos en Santiago una muy buena inserción, muy buen trabajo, estábamos haciendo un trabajo impecable hasta ese momento, cien por ciento afiatados en el terreno de la seguridad; de una u otra manera insertos en un medio, con leyenda en el barrio, en fin, teníamos buena disposición, buena movilidad, buena respuesta a las tareas que nos daba la Dirección, pero se optó por mandarnos nuevamente al monte.”

IBAR:

“Un día como hoy, 27 de junio, fuimos descubiertos en la montaña, pero detrás hay toda una historia, entonces quiero contar un poquito eso. Les decía en la primera intervención que fue el compañero Paine, como miembro del Comité Central, el que asume la responsabilidad de conformar lo que sería el Proyecto Guerrillero Toqui Lautaro. A mediados del 78 se comienza con convocar a los distintos compañeros en los distintos países donde se encuentran. El 79 ya estamos en Escuela, en La Isla, y se configura ya lo que va a ser el grupo de compañeros que va a ingresar a esa zona, porque en esa Escuela había también otros proyectos. Hay que mencionar que había un proyecto similar que contemplaba la ubicación en lo que es la Cordillera de Nahuelbuta, ahí también había un grupo importante de compañeros destinados a esa tarea.

Es a comienzos del 80, en marzo precisamente cuando ya comenzamos a hacer ingreso al territorio. Algunos compañeros lo hicimos a través de la montaña, otros lo hicieron en buses por la zona sur y a otros les correspondió pegarse el sustito de entrar por el mismo aeropuerto. Por ahí está Daniela que seguro se va a acordar de ese momento.

Fuimos poco a poco llegando el grueso de compañeros y ya en marzo del 81 es cuando definitivamente estamos todos. Somos 15 compañeros en la montaña y estamos estructurados como fuerza militar, como Destacamento, agrupados en tres patrullas, más el mando que estaba constituido por el compañero Paine y el compañero Pedro. Las tareas allí son múltiples porque lo que sabemos de la zona es muy poco. Si bien es cierto que había compañeros que eran de allí, pero su conocimiento era muy general, lo particular todo lo tuvimos que ir descubriendo por el camino.

Las primeras tareas fueron exploración, levantamiento de mapas, acondicionamiento del terreno, comenzamos la construcción de los tatús, que más tarde serían una tremenda herramienta de sobrevivencia. Además de todo el trabajo que se estaba haciendo abajo en función de la conformación de las redes de apoyo para resolver el tema de alimentación y materiales especialmente.

En el año 81 nos encontrábamos, después de muchos días de nieve, construyendo un tatú gigante, que en realidad era un tatú que iba a permitir pasar el invierno para todo el personal, pero junto con ello la construcción de algunos talleres. Por lo tanto la pega era como grande y estábamos en esa tarea, iniciando esa tarea. Ese día fue un día muy especial porque después de haber nevado mucho, ese día había sol y desde los árboles estaban cayendo pelotones de nieve que producían mucho ruido y, por lo tanto, no permitía escuchar. En ese tiempo nuestro principal sistema de alerta eran los ruidos, porque estando ubicado en plena montaña, cualquier ruido se escucha desde muy lejos. El cantar de un pájaro, el carpintero picoteando un palo o un animal que anda uno lo puede escuchar si está en silencio. Ese día no se podía escuchar nada por este ruido que producían los pelotones de nieve.

En eso estábamos, alrededor de las once de la mañana, cuando sentimos un grito y la primera ráfaga de un fusil sobre nuestras espaldas, muy cercana. Recuerdo haberme dado vueltas para mirar y el humo del fusil estaba a tres metros, más no. Pudimos salir del lugar felizmente y reagruparnos posteriormente. Sin duda alguna que nos impactó a todos, la sorpresa fue generalizada, por lo que la reacción es producto nada más que de la sobrevida. Felizmente luego comenzamos a recuperar la capacidad de pensar y nos fuimos reagrupando, y salimos allí de la zona agrupados en dos grupos diferentes que con el correr de los meses nos volvemos a encontrar y lograr recomponer el Destacamento.

Eso es a grandes rasgos el tema de la historia (…) pero es importante decir que fue una tarea trabajada como corresponde, con la responsabilidad que amerita hacerse cargo de un proyecto guerrillero que no era menor, y por lo tanto no hay improvisación. Uno puede reconocer que había muy poca experiencia al respecto y de esto me quiero tomar para hablar de la relevancia que tiene.

La experiencia, aunque militarmente fue derrotada, la experiencia práctica que deja es muy importante para el futuro, así lo creo yo.(…)  Creo que también es importante resaltar lo que fue la consecuencia política revolucionaria de los compañeros integrantes de esta experiencia, sin duda alguna. También un poco la consecuencia de la cultura del MIR. La gran mayoría de nosotros, aparte de ser miristas, éramos guevaristas, y no por el CHE simplemente, sino por todo lo que significa su legado como guerrillero heroico, entonces para nosotros no era nuevo asumir una tarea  de estas características, porque siempre había estado en nuestro pensamiento. La experiencia práctica va a quedar en la historia de la revolución chilena …”

JAIME:

“ (…) Este proyecto iba más allá de la lucha contra la dictadura, lo nuestro era la propuesta de un nuevo mundo, una nueva sociedad, la propuesta de la revolución socialista, avanzando hacia el comunismo, en el marco de una estrategia de guerra popular prolongada, en el marco de la construcción de diferentes fuerzas, en diferentes estadios geográficos, en diferentes niveles de acumulación y de desarrollo. Lucha urbana, lucha suburbana, lucha semi rural, lucha rural, lucha operativa, coyuntural, lucha táctica, lucha estratégica. Todas Conformaban diferentes elementos que coadyuvaban a tener una concepción amplia en el terreno de lo que es el desarrollo y la estrategia de guerra popular prolongada. Insurrecciones locales, parciales, regionales.

(…) Con Pequeco éramos los últimos, él era el último y yo el penúltimo, de la columna que se deslizaba ese sábado 27 de junio del 81, nos desplazábamos y en un momento dado nos atacan desde la espesura, sin ver nada, de noche, con nieve, viento, de un momento a otro empezaron a sonar los disparos desde el cerro hacia el río donde estábamos nosotros por el camino, y producto de eso, tanto el compañero Pequeco como mi persona quedamos desconectados del grueso de la columna que se dirigía hacia los lugares donde estaban los tatúes con el armamento. El compañero Pedro y no sé si el compañero Moisés, conocía  el lugar donde estaba, y en esa dirección se dirigían. En mi caso quedé absolutamente aislado en la mitad del monte, sin armas, solamente mi cuchillo de defensa personal, una barra de chocolate y un pedazo de charqui en los bolsillos. ¿Qué hacíamos en esa circunstancia, a merced del enemigo? Parapetado detrás de un gran árbol mientras nos disparaban y conminaban a rendirnos. En un momento escucho una especie de gran ruido, que puede haber sido un animal, o el viento, o la nieve que caía, pero me parecía ser el Pequeco que se deslizaba por ahí cerca, y nuevamente balazos. Durante unas tres, cuatro horas habremos estado bajo el fuego del enemigo. Siempre pensé que lo habían matado al compañero y me imagino que él pensaba que a mí también me habían dado, la cantidad de balas era impresionante, sin siquiera poder tirarles una piedra a los malditos para no delatar nuestra presencia.

En mi caso personal, tengo que decirlo acá, yo tomé la decisión, porque no tenía cómo contactarme con los compañeros en la espesura del monte y sin armas, sin brújula, tomé la decisión de bajar al llano y avisar al llano lo que había ocurrido arriba. Caminando llegué a Temuco el martes en la mañana tipo medio día. Parecía un mendigo con la ropa raída, sucia, la gente me miraba en la calle y decía de adonde salió este señor y yo haciéndome el loco, mirando para abajo, para el lado, y llegué a la casa de unos compañeros donde pudimos avisar lo que había ocurrido en el monte, que nadie creía, ningún compañero podía dar crédito a lo que había pasado. Cómo, cuándo, dónde, por qué… Así fue la historia por mi lado.

*

— Ibar explicaba en sus dos intervenciones el panorama general de lo que es la Operación Retorno y un primer concepto que creo que tenemos que tener muy claro es que la experiencia que el Partido implementó está lejos de ser un foco guerrillero. La teoría del foco esta circunscrita a las enseñanzas que nos dejó el Comandante de América, Che Guevara, donde él, a la luz  de lo que fue su experiencia de lo que fue la Revolución Cubana, el concibe el hecho de que un puñado de combatientes puede desarrollar una dinámica de confrontación tal en una zona geográfica específica y de ahí hacerla crecer como el foco guerrillero que en alguna medida él pensaba, creyó o analizó que fue la situación de Cuba. En Cuba, posteriormente, los estudiosos han profundizado mucho en esto, existió una situación pre revolucionaria, previa al desembarco de los compañeros el año 56, entonces no es casualidad cuando los sobrevivientes del desembarco incursionan en los inicios en la Sierra Maestra van contactando a comunidades campesinas levantadas, a centros poblacionales levantados, a dirigentes sociales, campesinos y obreros levantados, ligado esto además al trabajo interno que tenían en las ciudades los compañeros  del Movimiento 26 de Julio. Entonces se caracteriza la irrupción de la lucha guerrillera rural en Cuba en ese concepto de una situación pre revolucionaria, de alza del movimiento de masas, de profunda radicalidad de la lucha en las grandes ciudades, empalma perfectamente en eso.

Otras experiencias foquistas claramente conocidas en América Latina, en las ciudades, Brasil con Marighella, o en Bolivia la guerrilla de Teoponte, entre otras, fueron viéndose contrastadas con la necesidad de hacer un trabajo en profundidad en el seno de los pobres del campo y la ciudad, y la construcción de Partido, la construcción de redes, la construcción de los espacios políticos, orgánicos donde desarrollar esa conformación de fuerza militar, y eso es lo que reivindica el Partido en un concepto y estrategia de Guerra Popular Prolongada donde no cabe el concepto de creer que un grupo de combatientes va, como quien dice por arte de magia, a diseminar, difundir, la guerrilla. No es así. Eso es importante remarcarlo, que todos formamos parte de un complejo proyecto táctico y estratégico a nivel nacional, y sobre todo en el teatro de operaciones sur donde se iban a levantar tres frentes guerrilleros. Estaban claramente definidas las tareas, definidas las estructuras que iban a estar en la montaña, la logística, las redes de apoyo, el trabajo en los frentes sociales, sindicales, campesinos, de estudiantes en las ciudades. Todo parte de un gran complejo que estaba siendo desarrollado. Nos pillaron a media máquina a nosotros.

(…) Entonces reivindicar todo eso, la complejidad del proceso, la complejidad de la lucha de clases que enfrentábamos en Chile contra la dictadura, la enorme cantidad de errores que cometimos nosotros como militantes al ejecutar estas políticas, tenemos que ser en esto muy auto críticos. Por ejemplo, y eso es necesario decirlo porque es importante para todos nosotros, hubieron varios encuentros con campesinos, previos a la irrupción del Ejército en el Campamento, que se fueron lamentablemente sumando. Y la inteligencia del enemigo buscaba cuatreros, buscaba militares argentino, y también buscaba guerrilleros. No sabían ellos que es lo que tenían al frente, según las diferentes entrevistas, documentos, análisis que se han ido haciendo. Para ellos fue también una tremenda sorpresa encontrarse con un grupo decidido de combatientes de la Resistencia Popular en el seno de la montaña. Jamás hubieran pensado que en invierno, que la nieve te llega a un metro un metro y medio, en esas condiciones tan adversas geográficamente, iban a haber un puñado de compañeras y compañeros tratando de levantar una estrategia. Inédito para el caso de Chile.

(…) Quizás acá la gran limitante que tuvimos nosotros es que no teníamos autosuficiencia, no había qué cazar, qué pescar, para abastecernos, autoalimentarnos, entonces lamentablemente o necesariamente dependíamos de las líneas de abastecimiento que los compañeros desde el llano, como le llamábamos a las ciudades, mandaban para arriba. Igual eso estaba muy bien trabajado, el secreto nunca se develó, nunca se conocieron las estructura que compraban, almacenaban, llevaban hacia arriba y después nosotros las metíamos en los tatús, y como dijo en algún momento el compañero Moisés, Ibar, eso fue fundamental para la sobrevivencia de los compañeros que no pudieran romper el cerco. Se guardaron allí las armas, uniformes y también vituallas.

La situación lamentablemente no nos favoreció. Otro hubiera sido el cantar si es que hubiéramos estado armados en ese momento.”

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IBAR:

“Para complementar un poco lo que decía Jaime y para negar esta creencia de que el proyecto Destacamento Guerrillero Toqui Lautaro estuvo orientado por la definición de foco. Definitivamente no fue así, y tanto es así que precisamente el tema del armamento, de por qué no se le dio prioridad uno a la subida del armamento tenía que ver con que había una gran definición que se había tomado y esa definición decía – y aquí respondo un poco al por qué se inicia la Operación Retorno y la línea de vuelta al frente es porque el Partido, y lo decía anteriormente, había definido que ya en Chile la situación de repliegue de las masas había terminado y que se venían encima grandes manifestaciones de masas, que es lo que pudimos ver después el 82 al 83- que nosotros deberíamos estar preparados como Destacamento para irrumpir en el momento en que se dieran esas grandes manifestaciones en las ciudades, y por lo tanto el entrar en combate no estaba definido a priori, sino que iba a estar en función de aquella situación. Se fijan. Entonces el ingreso del armamento no estuvo condicionado por la necesidad urgente de entrar en combate, de la tropa. Y pasa lo que pasa en definitiva, porque no estaba en nuestros planes la irrupción del enemigo antes que nosotros entráramos en acción.

Claramente no teníamos concepción de foco en la perspectiva de nuestro accionar.

Qué habría pasado, como dice Jaime, si estábamos armados, y también digo yo qué habría pasado si es que nosotros estamos en condiciones  en la montaña, con todo el conocimiento que ya habíamos logrado de ella, de entrar a accionar en función de las grandes protestas que se dieron a nivel nacional. Seguramente la situación habría sido otra, pero eso no fue así y claramente nos tenemos que quedar con un poco el sabor amargo de la derrota, porque nosotros llegamos allí no para ser derrotados, sino que para triunfar, y nos tenemos que quedar con el dolor de tantos valiosos compañeros caídos, pero también con el aporte de una experiencia que ahí está y que el día de mañana, si alguien piensa que va a subir a la montaña sabe, a diferencia de nosotros, de que tiene que llevar varias cositas consigo.

Creo que igual es valioso el aporte, la trascendencia de nuestros compañeros y la experiencia ahí está, y también la disposición de los que sobrevivimos a seguir siendo un aporte para la causa de nuestro pueblo ahí está.”

JAIME:

(…) A la luz de lo que ha pasado a partir del 18 de octubre, vemos como se han unificado las luchas, vemos como las banderas que se levantan, las canciones que se levantan, vuelven a serlas mismas reivindicaciones que nosotros levantábamos y enarbolábamos . Nos vemos ampliamente gratificados con todo lo que ha sido el despertar de esta revolución social que empezó en octubre del año 2019. Es decir, para los que combatimos en toda esa época de los 80 acá en Chile, decimos que la lucha, la entrega, fue un plus más a generar conciencia, a generar rebeldía, a generar organización, a generar lucha contra el capitalismo, contra esta sociedad que nos oprime en todos los terrenos.(…) Todo eso estalló con mucha fuerza a partir del 19 de octubre.

(…) Nosotros al inicio decíamos nuestra lucha no fue en vano, la semillita que plantamos no fue en vano, y ahí se veía en las manifestaciones en la calle, en las canciones, en las consignas, en reivindicar a nuestros caídos, a nuestras caídas. De eso se trata. El concepto de entender que toda la lucha, la historia de las luchas de nuestro pueblo, están marcadas por diferentes hitos de pequeñas victorias, hitos de pequeñas o grandes derrotas, pero que van constituyéndose en el acervo de la memoria del pueblo, en el acervo de la cultura de lucha de nuestro pueblo.

(…) Está todo por hacer. Hoy día, en plena pandemia siguen las movilizaciones, sigue  articulándose la resistencia al neoliberalismo de una u otra manera, en los territorios, en las propuestas. Personalmente soy de la opinión de que hay que utilizar todos los espacios posibles habidos y por haber, todas las formas de lucha habidas y por haber, no todas las formas de lucha menos una. Creo que hay que ser consecuente con lo que uno plantea y en este momento la batalla se está dando en torno a la constituyente, en torno a la nueva Constitución, en torno a fortalecer la organización de base de nuestro pueblo combativo en los territorios, a lo largo y ancho del país. Pienso que por ahí va.

(…) Quisiera reivindicar algo que fue el ADN de los miristas y que siempre fue planteado a la luz de la experiencia de las revoluciones mundiales, de la historia de las revoluciones mundiales, y es que nosotros siempre nos vamos a encontrar en el dilema de hacer reformas o revolución, revolución o reformas, siempre vamos a estar en esa  permanente contradicción en lo que es esta enorme y larga lucha de liberación de nuestro pueblo y nuestra América Latina. Un poco esa reflexión, estar atentos siempre  a las trampas político ideológicas que nos va poniendo el entorno, el lenguaje, la trayectoria, los compañeros que representan tal o cual tendencia, tal o cual propuesta y siempre abrir el camino, reforma o revolución y apuntar a lo que sean justamente experiencias como la del poder popular  en Neltume, o en los barrios populares de las grandes ciudades durante  la época de la Unidad Popular, o ahora mismo la construcción del poder popular en los territorios, donde de una u otra manera se va gestando  esta concepción de la necesidad de la unidad desde la base misma, bajo el concepto feminista, antipatriarcal, igualitario, absolutamente respetuoso del medio ambiente y sobre todo de confrontación  neta, de plano, frontal con el capitalismo y el concepto individualista de hacer historia y construir las sociedades. El pueblo ayuda al pueblo, solamente el pueblo ayuda al pueblo. Hay que reivindicar este concepto permanentemente.

(…) En cada espacio que podamos participar  hacer llegar nuestra voz a los compañeros y compañeras que nos escuchan, para  pedir, exigir, unir fuerzas , luchar a como dé lugar por la libertad de los presos políticos, por la libertad de las compañeras prisioneras políticas. Todos aquellos compañeros que han caído antes, durante y después del estallido social…”

IBAR:

“Estoy tremendamente optimista a pesar de que mi visión es un poco limitada por el hecho de estar viviendo en una comunidad bastante pequeña, con características especiales, creo que a diferencia de las grandes ciudades donde se puede palpitar de más cerca este renacer de la esperanza, cambia un poco la visión y ayuda a tener una mejor  idea de lo que está sucediendo. Pero desde acá, desde esta comuna y con las características especiales que tiene la Araucanía el Wallmapu, ciertamente que le da un tono distinto y que hace que, a lo menos en lo personal, esté bastante entusiasmado con la nueva etapa que se abre a partir del estallido social.

Creo que es un momento político complejo de todas maneras, mi optimismo también  a veces choca con la realidad objetiva que desde mi punto de vista personal puedo ver. Sin duda que la caída del socialismo soviético, Polonia, Libia, Alemania Democrática, el muro; el fracaso de la estrategia política de la izquierda revolucionaria también, que debemos asumir; la colaboración de clases del reformismo y la socialdemocracia; el hegemonismo del Imperialismo Norteamericano; el surgimiento del neoliberalismo y su penetración cultural en amplias masas populares; las secuelas traumáticas que dejaron las dictaduras militares con su reguero de muerte y laceraciones en nuestro pueblo, todavía están presentes dentro de las conductas de nuestra gente. Creo que allí todavía hay mucho que analizar.

(…) Es bueno ser optimista, creo que efectivamente hay situaciones que nos hacen pensar que estamos entrando en una etapa diferente, pero creo que todavía nos falta y allí yo echo de menos la organización, creo que la debilidad más grande que estamos teniendo en este momento es la organización. Le doy mucha importancia porque mi experiencia  política, de vida, parte desde la organización de las juventudes políticas de aquel tiempo, la militancia, la capacidad que logramos de análisis, de preparación, de manejo teórico, de manejo práctico, manejo político, manejo militar, la teoría marxista, el leninismo, son todos elementos que yo sigo reivindicando y que siento que todavía están en un nivel que necesitan ser puestos sobre la mesa.

Espero que en las próximas batallas vayamos ganando terreno también en estos aspectos. Hay mucha experiencia a la que podemos echar mano, a nivel mundial a nivel latinoamericano, a nivel de organizaciones revolucionarias, de experiencias prácticas, que no puede ser desconocida y que nos deberían dar un caudal de confianza y de posibilidad de éxito más allá de las improvisaciones.

Nos tenemos que seguir sumando y espero que las próximas batallas vayan configurando un panorama de transitar por una vía al socialismo que nos asegure que sí esta vez vamos a tener éxito.

Quiero reconocer en los participantes del estallido social la continuidad de los anhelos de justicia de nuestros compañeros caídos en Neltume, particularmente dada la ocasión que recordamos y la vigencia y la necesidad de recrear una política revolucionaria acorde con la complejidad política y social histórica actual. Decir con respeto y humildad que personalmente sigo pensando  que en teoría y práctica el marxismo leninismo es la herramienta central para el análisis y acción de las luchas actuales, y la visualización para la sociedad socialista como etapa necesaria previa al logro e instauración del comunismo y la liberación total de la condición humana.

Creo que el actual momento exige organización, más organización, más organización y unidad especialmente en los sectores revolucionarios. (…) Nuestros compañeros están presentes, hicimos el mejor de los esfuerzos, dimos lo mejor  de sí en aquel momento y con el dolor de haberles perdido, aquí estamos y seguiremos estando  al servicio de la revolución de nuestro pueblo”

INTERVENCIÓN DE DANIELA (MAYA):

“Desgraciadamente no pudo estar acá la compañera Bea porque está enferma, pero ella estuvo arriba en el monte con el grupo del Destacamento, porque hay que decir también que hubimos mujeres que estuvimos comprometidas con el proyecto y fuimos parte del proyecto. Yo me siento muy halagada de haber sido parte de este grupo, haber sido seleccionada por el compañero Paine, un tejedor enorme de relaciones humanas. Lamentablemente no alcancé a estar en la montaña, porque era del segundo grupo que venía.

Siento que ayer nos faltó ese momento que tuvimos hoy día en el estallido social. Ayer tuvimos el proyecto, unidades tácticas en el valle, Partido en las ciudades, pero nos faltó el momento, estábamos trabajando para ese momento y desgraciadamente nos sorprendieron antes de tiempo.

(…) Siento que en ese estallido faltó lo que teníamos en la primera etapa, faltó la organización, porque el momento de las masas, del rompimiento de las masas, no es tan prolongado en el tiempo y las organizaciones tienen que aprovechar ese momento, y el principal momento se nos pasó. Ahora hay que trabajar para reconstruir

Operación Retorno del MIR: Más de 100 documentos y fotografías componen nueva colección del Archivo Digital de Londres 38

Operación Retorno del MIR: Más de 100 documentos y fotografías componen nueva colección del Archivo Digital de Londres 38

Publicado el 15 de agosto de 2023

Hoy, 15 de agosto, al cumplirse 58 años de la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR; en Londres 38, espacio de memorias, nos emociona anunciar el lanzamiento de la Colección Operación Retorno, la que se incorpora a nuestro Archivo Digital. Se trata de 107 archivos (29 documentos y 78 fotografías) vinculados al proceso de retorno a Chile de militantes del MIR.

¿Qué fue la «Operación Retorno»?

Fue una estrategia llevada a cabo por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, que tuvo lugar desde 1979 y que también fue conocida como «Plan 78», con el objetivo de recomponer la estructura mirista -gravemente desmantelada por la represión desatada tras el golpe de Estado- buscando consolidar una guerrilla para derrocar la dictadura encabezada por Augusto Pinochet.

Esta, implicaba el regreso clandestino a Chile de militantes del MIR, que se habían preparado militarmente en países como Cuba, Vietnam o Argelia, entre otros. La decisión de impulsar la política de retorno se fundamentó en la identificación, desde fines de 1977, de una nueva etapa de la «lucha de clases nacional». En las resoluciones del Pleno anual del Comité Central del MIR del año 1978, se la caracterizaba como «un cambio significativo en la correlación de fuerzas entre las clases fundamentales, dentro de los marcos del periodo contrarrevolucionario en curso. Dicho cambio posibilita la recuperación de la iniciativa política y la capacidad de ofensiva de la clase obrera y las masas populares, pero no permite aún la confrontación decisiva con el régimen».

En palabras de Guillermo Rodríguez, ex preso político y militante del MIR retornado a Chile, el objetivo de la Operación Retorno era «avanzar hacia una creciente acumulación de fuerza social, política y militar que nos permitiera a largo plazo derrotar a la dictadura desde abajo y establecer un Gobierno Democrático, Popular y Revolucionario, (…) combinando las acciones clandestinas con el impulso de la lucha abierta, ofensiva y directa1.

Para Lucía Sepúlveda, periodista y dirigente del MIR durante la dictadura, la Operación Retorno «fue una contribución bien importante del MIR a la lucha de resistencia y bastante desconocida, porque refleja esa voluntad de los militantes y de compañeros para reintegrarse a Chile después de haber estado presos, y vivir en el exilio y haber generado otras vidas, pero ellos, de todas maneras, quisieron volver a luchar en lo que llamábamos el frente. El frente era Chile, el frente de lucha (…). Entonces, en distintos años y para distintas tareas, fueron llegando compañeros que venían clandestinamente a Chile, la mayoría clandestinos, después también llegaron algunos para tareas abiertas, como por ejemplo, mi colega Pepe Carrasco, de un gran legado también»2.

Con el retorno de militantes, el MIR buscaba, entre otros objetivos, fortalecer los procesos de construcción partidaria y fuerza social organizada, el despliegue de la propaganda armada en las ciudades, preparar las condiciones para el desarrollo de frentes guerrilleros en la cordillera de Nahuelbuta y Neltume, así como fortalecer e impulsar la organización y acciones de resistencia a la dictadura a lo largo del país.

Colección Operación Retorno en Londres 38

La colección contiene una cantidad acotada de documentos, particularmente de los compañeros que integraron el Destacamento Guerrillero Toqui Lautaro que se internó en las montañas de Neltume entre 1980 y 1981, y que concluyó con la detención, desaparición o asesinato de la mayoría de sus integrantes.

El fondo se compone de tres secciones:

Estas secciones se dividen en subsecciones, que contienen documentos y fotografías de militantes, sus documentos de viaje, otros vinculados a las distintas técnicas para la vida en clandestinidad, y a la instrucción política militar que recibieron las y los militantes para el ingreso -generalmente ilegal- a Chile, documentos internos del MIR sobre el plan de retorno y fotografías de actividades conmemorativas en homenaje a los miembros asesinados posteriormente por la dictadura, en ese periodo.

Proceso de entrega de documentos a las y los familiares

La mayoría de los documentos que forman la colección fueron recibidos por Londres dentro de la donación de Manuel Cabieses, Director de la revista Punto Final, a fin de poner en valor estos documentos y la historia que portan una porción de ellos fueron agrupados junto a otras donaciones para difundir y poner en valor lo que fue la llamada Operación Retorno o Plan 78 del MIR. En la etapa de investigación, para contextualizar la documentación y reconocer que se trataba de registros originales, la decisión fue contactar a familiares de las personas a las que pertenecían.

A la fecha, se han realizado cinco encuentros presenciales, instancias cargadas de emociones en las que y conversación sobre el origen de los documentos, la forma en que fueron recibidos por nuestra organización y como fueron dando forma a la Colección, los criterios usados, así como la invitación a que puedan revisar, comentar, corregir o agregar información y nuevos documentos que quisieran compartir.

En espacios íntimos, movilizando memorias e intercambiando recuerdos, han recibido fotografías, certificados o pasaportes las familias de: Dagoberto Cortés, José AmigoJuan Olivares, Mario Lagos, Mario MujicaPróspero GuzmánRaúl Obregón y Sergio Peña. La labor desarrollada es un proceso abierto, tanto a seguir entregando documentos, a recibir y poner a disposición nuevos registros, como a activar su uso y apropiación.

Muchas gracias a todas y a todos quienes han hecho posible la valiosa Colección Operación Retorno, disponible pública y libremente en el Archivo Digital de Londres 38.


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1. Entrevista a Guillermo Rodríguez, disponible en el Archivo digital de Londres 38

2. Entrevista a Lucía Sepúlveda, disponible en Archivo digital de Londres 38

LOS VIVOS Y LOS MUERTOS: DUELO Y RITUAL MORTUORIO EN LOS ANDES

https://jichha.blogspot.com/2023/11/los-vivos-y-los-muertos-duelo-y-ritual.html#google_vignette

Clara Bustos Urbina.

Los andinos tienen una relación amigable y familiar con la muerte y sus muertos. No por ello, exenta de pena. Por medio de esta serie de detallados relatos etnográficos, el lector -andino o no- va reconociendo esta relación y con ella, va descubriendo no sólo un sentimiento, sino una forma de vida ancestral y futura, que el tema de la muerte va entregando acerca del pueblo andino.

La ritualidad al momento de despedir al muerto, que comprende etapas varias, repetidas en los distintos sectores aunque no por ello iguales; así como las celebraciones de fiestas católicas yuxtapuestas con creencias y prácticas ancestrales, visible en signos, elementos y oraciones, el llamado, la espera y convivencia con las almas, una vez más nos enseñan que para la gente de los Andes nada es aislado ni porque sí. Desde las señales -dadas por integrantes de la naturaleza como un ave o por parientes ya fallecidos a través de sueños, por ejemplo- hasta la cosecha del año, tiene y tuvo que ver con el actuar de alguien muerto. Pero éste no actuó solo. Pretender seccionar los sentires, pareceres, quehaceres y creencias andinas es simplemente desconocer el Ande, donde vivos y muertos, divinidades, astros, trabajo y fiesta, religiosidad, animales, flora, en un actuar cíclico e interrelacionado. Por lo tanto, la muerte, su duelo y los ceremoniales que le rodean también.

Este libro es una invitación a conocer o reconocer esto. Donde eso sí no existe pie para la incredulidad ni el relativismo, porque en dos premisas se parte y descansa: hay vida después de la muerte y los muertos viven en su mundo y con nosotros.

Entre las exposiciones reunidas en este libro están por un lado los testimonios de los mismos andinos y, por el otro, relatos elaborados por investigadores con formación académica que han sabido penetrar el significado de los ritos que presenciaron en diferentes comunidades de la región andina.

Los autores andinos son: Efraín Cáceres Chalco con «La muerte como sanción y compensación: visión de equilibrio y reciprocidad en Cusco», quien asegura que la muerte en los Andes es concebida como una continuidad de la vida. No es una ruptura, sino, por el contrario, un paso más que da el ser humano en forma natural de ésta a la otra vida; Manuel Escalante Pistán, «La mesa de Todos Santos en San Pedro de Atacama, Chile», donde describe un ritual mortuorio típico de convivencia entre vivos y muertos, detallando los alimentos rituales para unos y otros; Luperio David Onofre Mamani «Alma imaña. Rituales mortuorios andinos en las zonas rurales aymaras de Puno Circunlacustre, Perú» que expone también de los rituales antes, durante y después del entierro, y explica el significado del duelo, las fiestas mortuorias, la relación entre vivos y muertos y el papel de los especialistas rituales de la comunidad; Víctor Bascopé Caero, «El sentido de la muerte en la cosmovisión andina. El caso de los valles andinos de Cochabamba» quien enseña e interpreta los rituales del Departamento de Cochabamba, el trasfondo mitológico y la cosmovisión religiosa que éstos representan, demostrando así su tesis que, para el andino, la muerte es parte importante de la vida, porque es el retorno al principio; Luis Enrique Cachiguango, «¡Wantiay…! Ritual funerario andino de adultos en Otavalo, Ecuador», en el que describe los rituales y las costumbres mortuorias, a partir de sus propias vivencias y la interpretación de sus parientes mayores. Cachiguango explica la importancia de los juegos alegres para divertir las almas durante el velorio de cuerpo presente y para aliviar su pena por la despedida. De gran interés son también los elementos de uso personal regalados al muerto cuando parte para su largo viaje, y los mensajes para otras almas de familia fallecidos antes. Y Orlando Acosta Veizaga, «La muerte en el contexto Uru», que describe y explica los rituales fúnebres de los Chipayas, quienes expresan con más fuerza y claridad la relación entre vivos y muertos. En su relato todo huele al campo andino: muestra que los muertos son parte viva y activa de la comunidad y de la familia, comprometida con fuertes lazos de reciprocidad social y económica.

En tanto, los autores del segundo grupo son: Gerardo Fernández Juárez «Almas y difuntos: Ritos mortuorios entre los aymaras lacustres del Titicaca», que presenta las bases documentales de las prácticas rituales mortuorias en la zona lacustre del Altiplano boliviano, dando amplia atención a los banquetes y agasajos ceremoniales, la inhumación y las ofrendas en las manifestaciones del duelo; Marieta Ortega Perrier, «Escatología andina: en torno a rituales mortuorios de Isluga», que se refiere a las prácticas funerarias observadas en la comunidad de Isluga (Tarapacá, Chile), cuando se pregunta por la concepción andina del alma, o del muerto; María de Hoyos «Saliendo del Cajón por el río Jordán» quien presenta los resultados de su investigación de las costumbres funerarias en el valle del Cajón de Catamarca, en el N.O. de Argentina, a 3000 m.s.n.m.; Juan van Kessel, «El ritual mortuorio de los aymaras de Tarapacá», donde describe los momentos culminantes del ritual mortuorio y los símbolos más expresivos, para destacar la relación que éstos expresan entre vida y muerte; vivos y muertos; tierra y muertos; los lazos que con el rito se cortan y los que se estrechan; el paralelismo entre ritos de nacimiento y ritos mortuorios, ambos practicados para ayudar al naciente/agonizante en su paso al nuevo estado de su vida y apoyar a su familia/ayllu/tierra en este trance; y finalmente Argimiro Aláez García, «Duelo andino: sabiduría y elaboración de la muerte en los rituales mortuorios», cuya pregunta central es: ¿cómo el hombre andino enfrenta el hecho de la muerte en sus gestos rituales y simbólicos?, indicando los diversos pasos de la elaboración del duelo en los ritos mortuorios en Chiapa, Limaxiña, Sibaya, Mamiña y otros pueblos, cuatro pueblos del Departamento de Tarapacá, Chile, donde el autor -sicólogo y sacerdote- se dedicó muchos años al servicio pastoral.

Fuente:https://iecta.cl/revistas/volvere_4/resena.htm